Saturday, August 18, 2007

La salvación de la tierra III

Al comienzo la información se había considerado clasificada y se la había ocultado y negado. Pero las numerosas vistas de OVNIS, su presencia en medios de detección privados y sobre todo esa aparición en todas las pantallas de la tierra habían sugerido a las administraciones que era mejor manejar y orientar esa información en lugar de negarla o suprimirla.

Pero ese no era el estado de ánimo de todo el mundo. El color de la piel de los(as) extraterrestres, un tono o matiz dorado, como una pátina, y el cabello albino señalaban a los huéspedes estelares—el término eufemístico y cortés más extendido entre los usados experimentalmente en los medios—los colocaba definitivamente entre los caucasianos de raza blanca, según las categorías de clasificación étnica usadas por ejemplo en los registros civiles y en los glosarios policiales y de uso casi universal. Aunque bajo esa patina casi traslúcida como de oro viejo había otro color o matiz suave, huidizo, que sólo se insinuaba bastante inubicable y decididamente foráneo. Pero entre los marginalizados de los países del así llamado Mundo Desarrollado, en general pertenecientes a lo que, también eufemísticamente se denominaban ‘minorías etno culturales’, un dedo frío pareció recorrer las espinas dorsales, sensación sólo amplificada entre aquellas regiones que aún se debatían en procesos neocoloniales o trataban de salir de los mismos, ya sea en el continente americano, África y Asia, y principalmente en una pequeña isla del Caribe que no vamos a mencionar y que por más de sesenta años había resistido las variadas presiones de su vecino angloparlante, una de las naciones más poderosas de la tierra, y que tampoco vamos a mencionar.

J. no estaba viendo televisión esa noche. Caminaba rumbo a su departamento en un edificio más bien a mal traer pero por lo menos antiguo del Centro de la ciudad, después de un día de trabajo y una velada de relativos excesos sobre todo alcohólicos con uno de sus escasos amigos y los amigos de éste, de manera que no fue hasta bien entrada la mañana siguiente de ese sábado que se dio cuenta de estos sucesos a través del periódico. Viviendo solo y con el natural desagrado con que los hombres en esas condiciones enfrentan tareas como por ejemplo prepararse desayuno, prefería salir en las mañanas a castigar su hígado y de paso a leer el diario. La mayoría de sus amigos y conocidos lo primero que hacían al levantarse en la mañana era prender la computadora y ver sus correos electrónicos y las noticias por Internet. Pero él unía a sus ideas más bien radicales una cierta cosa tradicional en algunos aspectos de su vida personal, cosa no tan extraña, ya que desde los ludditas, mucha gente de izquierda, sobre todos sus intelectuales, le han tenido una tirria feroz a la tecnología, al menos en su comienzo, aunque luego se hayan contado entre sus más usuarios más entusiastas.

Entonces, sólo se enteró al leer el diario, mientras se tomaba un café y se comía un muffin en un Mac Donald, por ese entonces ya una cooperativa de sus empleados. Pero al venir había notado algo raro en la manera de la gente, algunos con aire preocupado o abstraído, algunos distraídos, como que no estuvieran ahí, otros lanzaban miradas furtivas hacia el cielo. Otros pasaban quietos, callados, con un aire como furtivo, y volvían a mirar hacia arriba, ahora nerviosos y con aprensión, como aparecía a ves en los noticiarios de televisión esa gente en Europa Central, Asia, África, América Latina, etc. que había sido bombardeada en las últimas décadas por la Alianza Occidental o sus enemigos.

Pero con el tiempo, ese comportamiento, mezcla de la actitud casi refleja de las personas sujetas a bombardeos continuos o periódicos o de esa gente que vive en circunstancias que los hacen sentirse permanentemente observados, se iba a convertir casi en una segunda naturaleza para la raza humana, especialmente en las ciudades. La gente se iba a sentir inconscientemente expuesta cuando caminaba por espacios abiertos, e iba a tener la tendencia, quizás refleja, a evitarlos. O iban a mirar súbitamente a las ventanas en situaciones específicas, cuando estaban haciendo el amor o se sentaban en el inodoro. O iban a mantenerse siempre concientes, en guardia, cuando caminaban por las calles, seguros que algo, aunque no pudieran verlo por lo restringido de su alcance visual, daba vueltas allá arriba sobre sus cabezas.

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura