Los gay y raelianos también estaban entusiasmados, los primeros con la apariencia decididamente intersexual de esa cara que ya se estaba reproduciendo casi simultáneamente en todas las pantallas del planeta, y los raelianos por esas facciones delicadas, algo abstractas y decididamente asexuadas (para ellos), claramente futurísticas, incluso a lo mejor se tratara de un(a) androide, lo que parecía venir a realizar sus más caras profecías de ese futuro mundo tecnológico con el que soñaban, de intercomunicación universal abstracta y de autoaniquilamiento del ego, que a la postre era un estorbo, sobre todo en sus manifestaciones biológicas.
Había evidentemente un carácter evidentemente tecnológico en todo el asunto, las naves espaciales por supuesto tenían un aire bastante occidental y tecno industrial, con su forma ovoidal, muy cercana a la de los OVNI clásicos. Algunas veces se subdividían en unidades más pequeñas que se subdividían a su vez hasta generar unidades pequeñitas, como cajas de zapatos que flotaban a velocidad y altura variables sobre las ciudades más importantes, digamos de más de medio millón, metálicas, brillantes, casi cilíndricas, para supervisión y control y emitir mortíferos rayos, seguramente un perfeccionamiento del láser, cosa que la experiencia estaba comprobando día y día, de manera de hacer que casi tambaleara la estructura tendiente al secreto de las informaciones que se daban al público-- incluso a través de los medios así llamados independientes-- porque no se podía ocultar ni negar su presencia y funcionamiento puntual, que en general había sido puramente defensivo. Muchos cuadros de las elites, sobre todo del Occidente, desde genios de la computación, científicos y tecnócratas, hasta políticos y ejecutivos y gerentes corporativos, se debatían entre un sentimiento apocalíptico normal dadas las circunstancias y otro de exaltación por algo que se parecía a la realización de una profecía. De alguna manera, los invasores eran un poco como ellos, entonces esta civilización estelar, obviamente con un gran nivel de desarrollo en los mismos términos, quería decir que el camino seguido, defendido y promovido históricamente a veces por medios aparentemente despiadados, como la colonización y la guerra, había sido el adecuado. En su debido momento—esperaban—esos extraterrestres se iban a revelar como hermanos mayores benévolos. Los máximos líderes del Mundo Desarrollado y sus contrapartes del Sector Privado se sentían reivindicados frente a quienes habían sido lo suficientemente ciegos para culpar al Desarrollo y al Libre Mercado de los males del mundo, ya que la increíblemente avanzada tecnología de los extraterrestres parecía ser fruto de esta afortunada conjunción de economía global de Mercado con ciencia, tecnología e información que ellos siempre habian propugnado. Algunos destellos de este espíritu wagneriano, este Ocaso de los Dioses epifánico, se filtraban hacia el gran público. Ellos serían borrados de la historia, pero no in antes pasar la antorcha, como nuevos Prometeos, a estos nuevos rectores, a estos cósmicos representantes de las mismas fuerzas que habían glorificado siempre. Ya lo había expresado Borges hacia más de sesenta años en uno de sus magistrales cuentos, por boca de su narrador personaje, un criminal de guerra nazi que espera en su celda ser juzgado: “Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima”.