Wednesday, March 26, 2008

Microcrónicas

Julio Miralles Textos breves de este joven autor del Norte Chico chileno recientemente fallecido VENTAJA Dicen que en Cuba se comen a los niños. ¡Qué alivio ser tan flaco! HAMBRE Cuando las viejas “pitucas” del barrio salieron con sus relucientes ollas y sartenes, ilusionado (de verdad ilusionado) creí que nos iban a dar de comer. ALEGRIA Aquel día algunas personas salieron a la calle. Gritaban no sé que cosas, pero se abrazaban y reían. Cantaban también y tiraban papel picado y se reían y se abrazaban. Pocos días después ya nadie salía de sus casas, nadie hablaba ... ni se reían. TOQUE DE QUEDA A cierta hora, entradita la noche, suena un pito o una sirena. Cuando suena el pito ya nadie puede salir y uno debe quedarse ahí mismito donde estaba. Tampoco se puede hacer ruido. “Oye niño hace rato que te estoy buscando... ¿por qué no contestai cuando te llamo? ¿porqué no decís que estabai debajo de la escalera?” (Mi mamá). LA REINOSITA La Dalia Reinoso es linda como una muñeca. La Dalia Reinoso vive a cinco casas de la mía. La Dalia Reinoso tiene un novio que es militar. Él la viene a dejar todas las tardes. A veces él trae uniforme, a veces no. Siempre caminan tomados de las manos, conversan un rato en el portal. Después se dan un beso laaaaargo. Ella entra y él se va al trote. A esa hora nosotros jugamos en la calle. Jugamos al pillarse o a los países. Jugamos a las bolitas y a los indios o a lo que sea. Los niños y niñas más grandes (que van al liceo) también se juntan sentados en el muro. Ellos conversan o ven revistas. Juegan a las cartas o escuchan radio o lo que sea. Cuando la Dalia Reinoso sale y se sienta en el muro de su jardín, nosotros nos vamos silenciosamente a nuestras casas. LA SEÑORA NORMITA La Normita viene una vez al mes a ver a mi abuela. “Caserita” le dice. Vende puras chucherías a las que ella llama “menaje de casa”. Mi abuela le compra cosas que después va pagando de a poco. La Normita habla todo el rato y no deja hablar a nadie. Siempre habla del Javierito: “que el Javierito se fue al norte y que allá trabaja muy bien”. “que el Javierito parece que se va a ir al Perú porque allá pagan mejor”. “Que lo que quiere el Javierito es irse a los Estados Unidos”. “Que parece que el Javierito está en Brasil o en Argentina o está de vuelta en el Perú”. Entonces, después de tomar té, la Normita se va. Mi abuela la acompaña cariñosamente hasta la puerta: “adiós caserita” le dice. Mi abuelita se sienta otra vez en su sillón y antes de sumergirse en el tejido, exclama tristemente: ¡debe ser terrible no saber dónde está tu hijo!. Veo la cabeza de mi mamá asomarse por debajo de la mesa. Me mira. No dice nada. CHISTE CRUEL El primo Toño es súper divertido. Cuando viene a la casa todos se reúnen alrededor de él. El primo Toño es súper bueno para contar chistes. Yo no los entiendo muy bien, pero igual me río para no ser mal educado. A mi abuelo le gustan los del “tirano”. Al papá del Toño también le gustan mucho. El papá del Toño es milico. Dicen que nació milico: de pie, con botas y jinetas (yo no creo que sea verdá). El papá del Toño disfruta los chistes a la hora de la sobremesa. Se llega a poner rojo de tanto reírse, a veces hasta se ahoga y golpea la mesa con los puños. Un día, entremedio de las carcajadas y la gritería le dijo “¡De dónde sacas esos chistes. Me gustaría saber quién te los cuenta!. Desde entonces el Toño nunca más contó ningún chiste. EL EVANGELIO Es domingo. Todos los domingo nos sentamos en la vereda a esperar a los evangélicos. Ellos se paran en la esquina y cantan y hablan de Dios y de los pecados. Nosotros los escuchamos tratando de no reírnos, pero lo más importante es cuando se van a la otra esquina. Entonces como de magia la pared de atrás aparece rayada. Doña María Gorda la ha pintado como mil veces y todos los domingo la vuelven a rayar: “venceremos”, “y va a caer”, “resistencia popular” y esas cosas y siempre firman con las mismas letras. El otro domingo el Eric, que es chico y es re tonto, preguntó: “¿y porqué firman J.C.? y entonces el Nelson que es más grande, le contestó: “ cómo no vai a saber: Jesús – Cristo, atontao’. DOÑA LUCÍA Mi tía Angelina le toma las medidas a mi hermana con una huincha. Mi hermana se pone como creída, así como la mis Chile. Después mi tía hace unos dibujos en un diario (se llaman patrones), los corta y los pone con alfileres en un género re grueso. Después corta con una tijera bien grande que suena como un serrucho cuando pasa por la mesa. Después cose con aguja y después con máquina. A los días aparece mi hermana (si hasta camina como la mis Chile) con un abrigo que tiene unos botones grandes de madera, tiene un gorro y alrededor del gorro y en las mangas, una piel bien peluda como de conejo. Y mi hermana se pasea y todos la silban y ella más se cree. Entonces mi abuelito le dice: “¡Uy se parece a doña Lucía.” EL PROFE PADILLA Es bien temprano y hace frío. Entonces mi papá y mi mamá entran en la pieza y nos despiertan y nos toman en brazos. Mi hermana se pone a llorar del puro susto no más. Al lado se escucha harta bulla y gente como que llora. Entonces entra mi tío Guillermo en puro calzoncillo y le dice a mi papá:”flaco, se llevaron al profe Padilla”. OJO CON EL ARTE Al rato no más me levanté y ni me lavo la cara. Me voy al tiro pal’ lado de puro intruso no más. Miro por la puerta que está abierta. Adentro está la tendalada, todas las cosas por el suelo y también hay unos milicos, pero no me ven. La miss Morgan está sentada con su cara de estatua. Ella es la esposa del profe Padilla y ella es profesora también. Profesora de piano. Entonces un milico le tira un libro encima de la mesa: “Ahí dice bien clarito: El Cubismo”. “Pero esta es una estilo artística” le dice ella con su voz de estatua. Entonces como que el milico se enoja y hojea el libro con rabia. “¡Mire!” le grita “¡Así dejan a la gente en Cuba!”. Yo que alcanzo a ver la foto como de reojo no más (antes de salir corriendo) pienso que a la gente la dejan bien bonita. NAVIDAD Los Carabineros pasan esta mañana en “la Juanita”. Por todas las casas pasan golpeando. Mi abuelo dice que no abramos la puerta y que hagamos como que salimos. Al ratito se van. Después voy a jugar a la calle y todos los niños del barrio tienen juguetes nuevos que les regalaron los Carabineros. Yo tengo un run – run en el bolsillo y una moneda también. AÑO NUEVO Este año el Año Nuevo llegó más temprano como a las once de la noche. Todos se abrazan y lloran. Después nos vamos a acostar. HA LLEGADO CARTA Cuando mi papá llega del trabajo mi mamá le pasa un sobre:”es de la Libi”. Mi papá pone los ojos serios y abre el sobre con una tijera. Es una postal de un castillo como los de los cuentos: Querido Hermano: Un saludito desde el Viejo Mundo. Estamos bien. El Manuel ya tiene trabajo. Hoy día salimos a pasear aunque hace mucho frío. Les echamos mucho de menos. Un abrazo y un beso Libi y Manuel Después mi papá está sentado solo en las escaleras del patio. Está fumando y tiene el sobre en la mano. Tiene los ojos como llorados. Me acerco despacito y le digo en el oído: “me regalas la estampilla para mi colección”. Él recorta el sobre con cuidadito y lo deja como mascado. Me da la estampilla (también me da un beso). Después estoy en mi pieza pensando cómo será el Mundo Viejo, mientras pego la estampilla en mi álbum. Después escribo el nombre abajito, con cuidado de no equivocarme: L-A L-I-B-E-R-T-É. LA ABUELA ROSA La abuelita de mi mamá se llama Rosa. Ella vive en Copiapó. Nosotros vamos a Copiapó en el verano, pero allá tampoco se puede salir. La abuelita Rosa tiene como mil años, ni dientes tiene. A ratos tose re fuerte y escupe en un tarro de loza. A mi me da hasta susto cuando mi mamá me obliga a darle un beso, más encima usa unos vestidos negros como de fantasma. Lo bueno es que lo pasamos bien con los otros primos. A la hora de almuerzo y mientras todos discuten y hablan, la abuela Rosa golpea el suelo con su bastón y cuando todos la están mirando, dice: “este presidente Juan Antonio Ríos ha hecho puras leseras”. Después todos se mandan a reír. ODE IN FROIDE Con tal que volvimos a la escuela. El primer día de clases todo bien peinado con jugo de limón pal’ remolino y con camisa nueva. Después nos llevaron al salón de actos para cantar la canción nacional que nos enseñaron el año pasado. Pero al final nos equivocamos todo el curso y seguimos cantando como diez veces más: “¡oelasilo contra la presión, oelasilo contra la presión, oelasilo contra la presión, oelasilo contra la presión, oelasilo contra la presión...” La señorita Rivera nos mira con cara de enojada. LA IGUALDAD Al final de la clase, la señorita Rivera le pregunta a uno por uno en qué trabajan nuestros papás. No alcanza a preguntarle a todos porque justo tocan la campana para el recreo. El Freddy me pega con un cuaderno en la cabeza. Entonces yo le digo que deje de molestar. Entonces él me dice: “¡minero!” y después sigue diciéndome minero. Después están todos los niños alrededor mío y todos me dicen ¡minero, minero, minero!. Yo miro a la Ruth y le grito con rabia: “¡oye Ruth, tu papá también es minero!. Entonces ella me rempuja y yo me caigo y siento cosquillas en el codo. Entonces me pongo a llorar, pero del puro dolor del codo no más. ORACIÓN DEL 21 DE MAYO Padre nuestro, que estás en el cielo, por favor te pido que ahora que se acerca el 21 de Mayo no dejes que don Arturo Prat se muera de nuevo en Iquique. Todos los años él va a la rada de Iquique y todos los años lo pillan y lo matan. Por eso te pido que por favor le avises que va el Huáscar y que lo va a chocar. Si tú le avisas Diosito así el mar no se llena de más muertos. También cuida a mi papá y a mi mamá. Gracias y Amén. Ah y también a mi hermana. GRANIZO Ha nevado toda la semana. Es re tarde en la noche y el tremendo susto que nos llevamos por el ruido y la quebrazón de vidrios. Mi tío Guillermo entra re asustado a la pieza de los abuelitos: “¡papá un balazo atravesó las ventanas del living!” (grita, pero como calladito) “Fue un granizo” le contesta mi abuelito. “¿Cómo va se un granizo papá, si fue el manso balazo?” “Fue un granizo ñor le dicen, vaya a acostarse”. A otro día el tío Guillermo está barriendo los vidrios quebrados. “¿Tío que le pasó a la ventana?” “La quebró un granizo” dice sin mirarme y se va. EL 11 DE SEPTIEMBRE Hoy día tampoco fuimos a la escuela. Y miramos las noticias “60 minutos”. En la pantalla grande del televisor Bolocco aparece el señor que le dicen “Pinocho”. Va lleno de guardias y soldados y como que saluda a la gente que lo espera con banderitas y letreros. Entonces de repente se corta la luz de un solo cuetazo. Mi papá dice: “bueno, ahora nos vamos todos a acostar porque sin luz, no hay circo”. LA MEMORIA Me da un poco de vergüenza. Tengo que aprenderme una poesía de memoria para el 18. ¡Y si se me olvida! Entonces estoy todo el día repitiendo como loro: Blanco azul y rojo tres colores son los que llevo puestos en el corazón. El azul de mi cielo, el blanco de las montañas, el rojo de los copihues y… ¿de la sangre araucana? LA MAMÀ DEL TOÑO La mamá del Toño, la tía Berta, es bien pero bien flaca y blanca como espolvoreada, con la cara bien arrugada (a lo mejor por eso le dicen “la vieja Momia”). Cuando viene, mi tío Guillermo se pone como nervioso y siempre terminan peleando: “Es que yo creo Wilito que la Junta de Gobierno salvó a este país del caos y el desorden total. Si en este país no había qué comer. No había huevos, ni leche, ni pan, ni nada”. “Si tía, pero a ti nunca te ha faltado nada”. “Gracias a tu tío que es súper ordenado y disciplinado. Bueno, como te iba diciendo, la Junta salvó a este país de estos vagos cochinos vende-patria que le querían entregar el poder a los comunistas, una manga de rotos subversivos y bla bla bla bla…” Entonces yo salto por encima de la mesa y la interrumpo:”¡tía, tía cuando yo sea grande quiero ser soldado”. Ahora, cada vez que viene a la casa, me trae unas galletas más ricas. HA LLEGADO CARTA II Hoy llegó otra carta del tío Manuel desde Francia. La tía Libi ya tuvo su guagüita, mi prima francesa. Están re contentos, pero tristes también porque no pueden venir para que la familia la conozca. Se llama Esperanza.

Thursday, March 20, 2008

Bienvenida al poeta chileno Arturo Volantines

Gastón Cornejo Bascopé Bienvenido Arturo, poeta del norte chileno si llega a "Nuestra Bolivia". Aquí esperará al bardo la poesía de altura. Aquí estará la vibración de Tunupa esperando al hermano atacameño para identificar sus raíces indígenas fraternales. Aquí en proceso el nuevo PACHACUTI que forjamos con el primer presidente indígena Evo Morales, nuevo tiempo renovado de armonía que advendrá pronto y en contrario a los descendientes de invasores europeos actualmente pertrechados en el Oriente de la patria. Los originarios de tierras bajas y de altas también se pintan el rostro con colores llamativos de combate, el alma vestida con la túnica de Gandhi y por armas los vocablos llamativos: solidaridad, complementariedad, vivir bien, ñandereko, camino noble, y el bíblico ama sua, ama llulla, ama khella, ama llunkhu, ama ph´iña. Sumados a los principios y valores se reúnen reflexivos, tienen por carga quinientos años de sufrimiento, medio milenio resistiendo; con pututus se convocan para estudiar estrategias colectivas, para lograr el triunfo y la primavera después de cinco siglos de servidumbre y coraje. La condición humana que reclaman, concentrada en la palabra, tiene significado de alba: "INCLUSIÓN Y DIGNIDAD", seguida de otras sonoras, multiplicadas...identidad, derechos humanos, fraternidad, unidad, democracia, salud natural y justicia comunitaria, educación intercultural bilingüe y, finalmente “AUTONOMÍA COMUNITARIA” para treinta y seis naciones contenidas dentro de la nación boliviana, con treinta y seis lenguas que simulan sonido de aves tropicales enraizados en el paisaje paradisíaco. En la piedra tallada del Tiwuanacu, están grabadas las lágrimas y las risas del ser humano nativo que forjó un imperio como Atenas en la Grecia, una academia de Platón o de Aristóteles, precursores de la ética y el pensamiento. Allá quedaron talladas en impronta pura de fuego, la ansiedad y la alegría, los pesares, las tristezas, y la mente visionaria de los primeros, gigantes de humanidad. Labraron la piedra como arcilla, trabajaron la tierra con surcos hasta producir raíces y tubérculos domesticados en selectos Sukacollos y en las terrazas agrícolas dirigidas por maestros agricultores, lograron los frutos de la excelencia. Los caminos proyectados para siglos por ingenieros científicos, y los metales labrados sólo fueron de adorno estético jamás de innoblezas mercantiles. Aquí poeta encontrarás cuando llegues, una nación de campesinos de rostro duro y curtido por el INTI de los cielos, sus facies asiáticas delatan ser descendientes de iniciados caminantes desde el Estrecho de Bering o nautas empecinados que llegaron desde las islas del Pacífico en canoas de tejidos vegetales. Nuevo Siglo XXI, en el corazón del Abya Yala se cumple renovado mito. Emerge el dios que robó fuego al Olimpo. Prometeo liberado de las cadenas y cuervos de gobiernos neoliberales, actualizado y al cielo, en las sandalias de Evo indígena, gobernando empecinado el cambio de la Bolivia heredada. La imagen fue plasmada por el artista Rodríguez, un profeta visionario. Importa reconstruir la Patria para todos los hermanos incluidos los mestizos, en la nueva Constitución que emerge de la Asamblea Constituyente y de elegidos asambleístas perseguidos, utopistas y patriotas soñadores de una nación de naciones donde importa difuminar las fronteras dentro del continente. Así, pronto, los mediterráneos llegaremos al Pacífico y a las olas espumosas, sin discusión, sin violencia para abrazar a atacameños hermanos, hijos pródigos antiguos, alejados por interesas ingleses con muertos y con violencia. Médico y aprendiz de poeta, inicié la gesta profesional como Galeno, laborando con esfuerzo en la antigua Bolivia, en el Litoral perdido entre Antofagasta y Tal Tal, quinientos kilómetros muy dentro, en el desierto de la pampa grande, en las Oficinas Chile-Alemania donde asumí e hice mío el corazón de los pampinos heroicos hijos de Recabarren y Lafferte, hasta encontrar mis raíces, mi basamento de chileno y boliviano. Hoy Senador de mi patria, añoro el tiempo pretérito aunque se diga que es un absurdo de anacronismo histórico. Volver a Caupolicán empalado, hermanado con nuestro Tupaj Katari; a Lautaro guerrillero y saeta, hoy vuelto a la vida y encarnado en el propio Evo Morales, indígena de la región de los Urus, aledaño y muy próximo al país de la poesía, de Neruda, de Huidobro, de Gabriela, de Volantines poeta. Bienvenido será el poeta que aproxime el alma a mi tierra. Bienvenido atacameño a nuestra altipampa gélida con su nevada cordillera coronada de penachos del Cyrano. En la capital de Bolivia y en toda su extensa geografía, nos encontrarás de fiesta. Hemos aprobado leyes importantes para el pueblo profundo de mi patria y de la tuya. Permitirán que se apruebe una nueva Constitución Política donde están plasmados todos los derechos, la equidad de la mujer, la inclusión de todas las culturas, la medicina tradicional y la justicia comunitaria, además hemos puesto límite a la ambición propietaria de la tierra y la división del país. Mediante autonomías departamentales, regionales, municipales y comunitarias se logrará la verdadera descentralización del poder político así será posible la justicia social para distribuir los bienes y los recursos nacionales a todos los habitantes hasta llegar al último boliviano perdido en la inmensidad de la montaña o de la selva. La poesía será distribuida por doquier porque entonces habrá dignidad pura como panes y mensajes de amor Afectuosamente, Gastón Cornejo Bascopé, Senador, Médico y Poeta.

La espiritualidad en la obra de Jorge Etcheverry

Camila Reimers Conocí a Jorge Etcheverry a través de su poesía, sin embargo me conquistó con su narrativa. En las noches de literatura organizadas por El Dorado en Ottawa, Jorge siempre es presentado como “el poeta” y me quedé con esa idea, a pesar de haber leído algo de su prosa en algunas revistas y diarios locales. La novela De chácharas y larga vistas, editada por La Cita Trunca/Split Quotation en Ottawa en 1993, es la obra principal de Etcheverry en prosa, sin embargo antes de leerlo, mi curiosidad por conocer más de su narrativa despertó cuando recibí el primero de una serie de correos electrónicos acompañado de una historia que me hizo reír pero también filosofar sobre la vida. Es su narrativa lo que me llevó a continuar explorando su trabajo, descubriendo una honestidad a toda prueba no sólo en el ámbito social sino también en el diario enfrentamiento personal de esos sentimientos incómodos que en general deseamos esconder. Se necesita una madurez que va más allá de la visión egocéntrica que nos impulsa a proyectarnos en el mundo para presentarnos tal cual somos, sin ínfulas de grandiosidad tratando de convencer a otros que poseemos las llaves del reino. Jorge tiene la capacidad de expresar los más intrincados sentimientos filosóficos de la manera más simple. El concepto de espiritualidad que deseo expresar en este ensayo, va mano a mano con el significado que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española, es decir la naturaleza y condición de espiritual. Calidad de las cosas espirituales. Indudablemente no me refiero ni a dogma ni a prácticas rituales sino a una visión de intereses diferentes y muchas veces aparentemente contradictorias. En su artículo “Dios y la escritura” Jorge expresa este concepto de contradicciones, primero declarándose abiertamente marxista para luego continuar explicando lo que Dios piensa de él: “Hoy es sábado, mañana es domingo. A eso de las nueve van a empezar a repicar las campanas de las múltiples iglesias, ya que vivimos en los márgenes del barrio italiano. O a lo mejor a las siete, lo que pasa es que yo tengo que dormir con tapones para los oídos, mi vecino del piso de arriba es un joven oriental, muy macizo e hiperactivo, que debe practicar artes marciales, pisa bastante fuerte y parece que cambia de lugar los muebles en la noche. Mañana es domingo, pero no voy a misa. A decir verdad, fui hasta los dieciséis años, pero la vergüenza de confesar mis asiduos y solitarios pecados adolescentes y luego mi posterior acercamiento al marxismo me alejaron de la religión y su principal vehículo para los católicos: las vastas bóvedas de las iglesias, cuyas más famosas representantes visito sin embargo con placer estético y recogimiento si me encuentro en alguna capital como Roma o Ciudad de México. Además de que si existe, a Dios no le gusta lo que escribo. Pero quizás no. Si así fuera hace tiempo que me habría incapacitado. Pese a mi edad, que no voy a confesar, sigo siendo aficionado al alcohol, al ocasional cigarrillo, a las paranoias y a las pataletas, soy un poco adicto a la adrenalina, además de que mi dieta tiene bastantes huevos, carne y azúcares. A Dios no le hubiera costado nada mandarme un infarto (toco madera) y ya no hubiera tenido que soportar lo que escribo, ya que Él puede leerlo todo, no es forzoso que esté publicado, ya que además de ser omnisciente está en todas partes.” Al leer estas líneas, sentí que Jorge hablaba por muchos, de una manera directa, con un oscuro sentido del humor, narrando acontecimientos del diario vivir, lograba preguntar y responder las dudas que los seres humanos arrastramos sin detenernos a reflexionar porque estamos ocupados con asuntos más importantes, sin darnos cuenta que son precisamente estos detalles los que enriquecen la vida. En muchos de sus escritos Jorge menciona a Madame Blavastky, Krisnamurti, conceptos budistas y taoistas. Jamás se me habría ocurrido expresar la síntesis del pensamiento taoista de la siguiente manera: “Usté no es ná, ni chicha ni limoná”, decía parte del estribillo de una canción de Victor Jara, asesinado en el estadio nacional de Santiago de Chile durante los primeros días del golpe de 1973. Difundida en los días más álgidos de ese período, en la letra se incitaba al tibio radioescucha a definirse, a tomar partido, a no quedarse en el medio…. Los occidentales que adoptan el taoísmo tienden a entender bastante bien los ingredientes opuestos que componen todo lo que existe, el Yin y el Yang, pero tienen problemas para hacerse una idea del Tao, la entidad universal que abarcaría ambos extremos.

Saturday, March 15, 2008

El triste destino de F

Esta es otra de mis narraciones 'in progress'. Se relaciona o sigue a R y R, todavía inédita. Jorge Etcheverry Salió de un sueño pesado. Se sorprendió comenzando por los dedos cuando tocó la fina textura del cubrecamas. El sueño todavía le llenaba de arena los párpados, y la sensación angustiosa del coito o del intento de coito en el sueño aún le apretaba el diafragma. Siempre le tuvo aversión a la sangre. No a la sangre que uno ve en los animales, en sus diferentes presas colgando de los ganchos de la carnicería o envueltas en paquetes de celofán en los supermercados. Esa otra sangre, la sangre de los heridos, la que empapa las toallas higiénicas de las mujeres descuidadas y que el niño ve de repente al entrar al baño. La que extraída de sus venas en el laboratorio médico lo hace cerrar los ojos. No sea que al observar el procedimiento los músculos del brazo se le pongan rígidos y dificulten la extracción, obligando a la enfermera a intentar una y otra vez insertar la aguja, como le había sucedido varias veces en la niñez. La luz del martes por la mañana se dejaba filtrar por los visillos. Habían hecho una buena elección esta vez con el hotel. Si bien eso sería un lujo y una locura para la mayoría, ellos casi no tenían que fijarse en gastos. En estos países, como sabe todo el mundo, todavía el dinero cundía. La sociedad en general era más o menos opulenta, si se toma en cuenta al resto del mundo. El tradicional respeto a la privacidad de cada uno hacía que al menos en teoría se pudiera hacer lo que se quería con la plata que uno tenía y nadie se iba a meter. Lo único que a veces era realmente insoportable ocurría durante sus ocasionales viajes al extranjero. La desazón moral frente a la permanente presencia de la miseria y la suciedad. Helga, que pese a su experiencia vital y sexual era una mujer criada en el Norte, no en los violentos contrastes étnicos y la violencia de todos los días de los Estados Unidos, sino del remanso que pese a su bastedad representaba Canadá, más de una vez le había contado cómo en la India ese espectáculo le había causado una anorexia que la había forzado a acortar su viaje por un mes. Pesaba 100 libras, un poco más de cuarenta y cinco kilos cuando había retornado a Francia, con su novio de entonces, lo que a Raymond le parecía un poco increíble. Dado su esqueleto grande y su metro setenta (él nunca se había habituado a las pulgadas, los pies o las libras). Cuando él la conoció ella estaba lejos de ser lo que se dice entradita en carnes, pero hubiera costado imaginársela con cuarenta y cinco kilos. Ahora era una mujer llenita, bastante dotada, y él había decidido poner esa versión de su viaje a la India a las espaldas como una exageración de sobremesa, así como él había siempre exagerado su participación en la política de su país de origen (que no viene al caso mentar aquí), en los años ya remotos del comienzo de su vida estudiantil, o sus farras juveniles. Pero en estos momentos inmediatamente posteriores al despertar no eran estos recuerdos los que se insinuaban, o mejor dicho, se retiraban de su mente. Al despertar le parecía siempre que había otros que no lograba alcanzar, que se esfumaban tan pronto como retomaba su conciencia y se ubicaba en su territorio, reconocía la cama, la ventana, los diferentes muebles (desde hacía casi un año habían decidido vivir en hoteles, lo que habría resultado bastante caro en años pasados pero que ahora les era permisible). Esos otros recuerdos o mejor dicho su huella, retrocedían como el ruedo del vestido de una mujer vestida de negro que se ve doblar una esquina, a lo mejor esa imagen venida de alguna película. Esos recuerdos que se esfumaban no le dejaban la impresión de ser producto de los mismos sueños de la noche, que se van deshaciendo y que provocan una suerte de molestia si uno intenta fijarlos. Le parecían constantes, los mismos. Alguna vez había creído soñar un mismo sueño a lo largo de varios años, hasta que había leído que ese fenómeno se llamaba falsa memoria, y que era más habitual de lo que parece. Se había despertado en el acto de hacer el amor. O al finalizar de hacerlo. Al intentar reintroducir el miembro, ya que en el sueño se sentía como para la segunda, había sentido una molestia, casi dolor en el miembro, y lo había retirado súbitamente. La mujer (no podía recordar su nombre) había exhalado un gemido ronco. La sensación que ella experimentaba era entonces a la vez placentera en el sueño. A la vez, él podía sentir una humedad extra, una cierta viscosidad resbaladiza. Recordando su antigua fobia se había encuclillado en el lecho y había abierto las piernas morenas y largas de la mujer. El hilito de un tampón se asomaba por entre las nalgas (ella estaba de espaldas). Había una coloración rojiza en la piel adyacente. El hilito del tampón se veía oscuro, como la cola de un ratón de río. Había hecho la comparación en el sueño y había percibido un olor dulzón. Cosa curiosa, la familiar sensación en su espina dorsal, una especie de escalofrío, el semicalambre que le aquejaba en estas ocasiones la planta de los pies (Oh, la sangre), estaban ausentes. Pero lo más importante había sido el olor. Desde hacía años que no podía percibir los olores. Helga le decía que se debía al hábito del cigarro, que termina por liquidar las células olfativas, él lo atribuía más bien a la trementina con la que limpiaba los pinceles, a los barnices, disolventes, tinturas, ácidos y alcoholes. Y había sido el olor en el sueño lo que lo había despertado al asociarse con otros olores de la infancia: el olor de su propio cuerpo entre las sábanas, el de marraquetas recién salidas del horno, de la artesa donde la lavandera lavaba el lavado semanal, en un rincón del patio del fondo (Ese fuerte olor a cloro) Y allí se había acordado de quién era y había salido del sueño como un buzo, manoteando las imágenes familiares, la sorpresa del propio cuerpo, la luz de la ventana, como a tantas otras rocas o maderos que flotan. En su tiempo ambos habían vivido una vida agitada, primero cada uno por su lado y luego durante sus primeros años, los que llamaban de las vacas flacas. Sin que supieran cómo pero obedeciendo casi un plan habían ido simplificando su modo de existencia. No es raro que mucha gente lo haga cuando alcanza o sobrepasa la madurez. Hay otros, sin embargo, que habiéndose elevado a alturas considerables en algún campo de la actividad humana, sobre todo las que implican signos de status, por el contrario multiplican las ocasiones sociales o públicas, y en fin, la complejidad de sus vidas, como en revancha de un cierto anonimato inicial. Helga y Raymond habían comenzado por mudarse frecuentemente de departamento, ya sea en busca del lugar perfecto que combinara espacio abundante y buena luz (Raymond era pintor, o más bien artista gráfico), con una cierta antigüedad. Helga detestaba los edificios de departamentos, quizás por haber vivido buena parte de su infancia, primero en un high raise y luego en su adolescencia en una casa de población, en los suburbios. En el centro de algunas ciudades (estamos hablando de Canadá), todavía es posible encontrar casas antiguas y el decaimiento, la miseria y la violencia propias del centro de las ciudades estadounidenses todavía no se han extendido al norte boreal. Al menos no en la misma medida. Vivir en el centro permitía que Helga pudiera llegar fácilmente a su tienda de modas, él, que trabajaba en un cuarto convertido en estudio, podía hacer las compras, ir al correo y a las tiendas fotográficas sin tener que tomar locomoción. Su arte había ido cambiando con el curso de los años, desde los macizos frescos que se habían convertido en parte de la decoración de los sucesivos departamentos (ya que no se habían nunca vendido), hasta culminar en el dibujo, pasando por el óleo, medio al que había retornado por un tiempo como una especie de vuelta a su juventud. La vida de Helga se había transformado desde que comenzó a diseñar tenidas de mujer, convirtiéndose casi de la noche a la mañana en una de las diseñadoras más importantes del país. En cuanto a él, el hecho fortuito de haber comenzado a publicar dibujos, o más bien arte en unos magazines de ciencia ficción, lo había encaminado en una tarea tan exitosa como lucrativa, quizás porque no la tomaba suficientemente en serio. Sus esfuerzos previos por dedicarse a la literatura le habían ocupado una buena parte de su existencia y luego de estudios en la universidad, habían culminado con un intento de publicar con un pseudónimo, que si bien tuvo un éxito tan rápido como fugaz, terminó con una crisis de nervios (o quizás algo peor), un casi desdoblamiento de la personalidad. Su sicoanalista le había explicado una y otra vez la aflicción que lo había hecho incluso cambiar de ciudad, describiéndosela como suave (mild) e insistiendo en que ese otro yo que había proyectado revelaba que en el fondo él nunca había querido asumir la tarea pública del escritor, delegando a ese otro yo (su pseudónimo inflado y casi personificado) la tarea de por así decir, representarlo. Una especie de agente, le había dicho, con la ventaja de que no cobraba comisión. Y Raymond había sentido ganas de estrangularlo. De todos modos y honestamente, Raymond se consideraba en el fondo y de corazón un escritor. Cuando Helga lo introducía a algunos de sus conocidos o amigos como artista, él concedía que sí, que de alguna manera, provocando que la mujer agregara enfáticamente que sí lo era, y uno de los mejores, con lo que los interlocutores se quedaban seguramente pensando que se trataba de un caso de falsa modestia exagerado, grosero, y absolutamente desprovisto de gusto. Entonces, ahora ya no necesitaba un estudio. Era más bien un lujo. La mayor parte de los aspectos de su vida profesional los arreglaba por correo, y en una menor medida por teléfono o en los ocasionales lunch, más bien ocasiones para discutir negocios y que se han venido convirtiendo en una costumbre. Helga ya ni se aparecía por la tienda, que dejaba en manos de una administradora, una mujer irlandesa que hace años había sido una modelo bastante cotizada en la ciudad y que hacía pocos meses había vuelto de Francia con bastante reputación como arregladora de vitrinas y organizadora de desfiles de modas. La última vez que se mudaron de departamento había sido después de seis meses de habitar el anterior. Estaban comenzando a sentir como una urgencia de cambiarse casi tan pronto como se instalaban. Les era además difícil ponerse de acuerdo sobre el mobiliario. Si bien a ambos les gustaban los muebles sólidos, de madera, éstos ni se notaban en el estudio de ella, permanentemente cubierto de trapos, tizas, tijeras, reglas, papeles, y que ocupaba un buen espacio del departamento, o en el estudio de él, dominado por una mesa corriente, de madera, una lámpara de luz directa y graduable y una silla, estaba permanentemente alfombrado de dibujos e ilustraciones. El dormitorio y la cocina eran en realidad las únicas piezas en que se vivía en común, sin contar los baños de tina que solían tomar juntos, que degeneraban, o se convertían, en sesiones eróticas. Luego de una noche de vino y discusiones, habían decidido llevar un paso más adelante ese camino de alivianamiento de las tareas y problemas de la existencia cotidiana. Habían decidido de ahí en adelante vivir en hoteles. Claro que no se lo plantearon ni tan corto ni tan claro. Ambos podían permitirse ese lujo, y no se sentían en absoluto culpables. Las ventajas de poderse cambiar de barrio y escenario tan pronto como se sintieran con ganas de hacerlo, o incluso por que sí, era un argumento más en favor de un modo de vida que parecía irse delineando en el sentido de un desprenderse de toda carga innecesaria. En realidad dicho proceso había comenzado cuando Helga vendió su automóvil y habían llegado a la decisión, hacía unos años, de no comprarse casa. Raymond miró el reloj que desde el velador insinuaba apenas su tic-tac. Era el modelo menos ruidoso que había podido comprar en otros tiempos, en que el estado general de sus nervios lo había hecho despertarse con el ruido más insignificante. Eran las ocho y media y se encontraba solo en el departamento. Helga andaba en Montréal arreglando un desfile de modas y él tenía que juntarse con Farragut, es decir, volver a esperarlo quizás por media hora en una de las tabernas del Barrio Chino, como en los viejos tiempos, y luego conversar teniendo siempre presente la posibilidad de que el otro despertara la atención de los otros parroquianos con sus subidas repentinas de voz, cuando discutía casi gritando, moviendo las manos. A Raymond le cargaba despertar la atención de la gente, ser objeto de habladurías y en realidad, exponerse a las miradas ajenas. Las pocas ocasiones en que se había presentado en público le eran siempre penosas, sudaba mucho y se le trababa la lengua. Quizás su sicoanalista tenía después de todo algo de razón. Farragut siempre había tenido muy poca cabeza para el alcohol, cosa bastante desagradable cuando se es casi un alcohólico, y se comportaba siempre como si en cada uno de sus penosos líos se estuviera jugando la suerte de la humanidad. Por suerte que no estaba Helga. Debido en parte a esa ceguera de las mujeres frente a sus varones, que les impide advertir esos defectos físicos o morales que para otros son evidentes, achacaba los malos tiempos pasados de Raymond e incluso su enfermedad--que se había convertido para ella en enfermedad, pese al diagnóstico vago de los médicos--, a las malas juntas, a su corazón generoso con los amigos que siempre se aprovechaban de él. Ella detestaba cualquier aparición desde el pasado de esos testigos ya perdidos de los tiempos inciertos, los mismos días que desde la facilidad y casi opulencia de su vida presente le parecían casi heroicos. Para él, y sin que Helga lo supiera, la vida se había convertido en una especie de retiro prematuro, una abulia tibia. Los editores de Midnight Stroke habían considerado una excentricidad más del famoso ilustrador, una humorada paródica el que hubiera ilustrado El entierro prematuro en el número de celebración del aniversario de Poe, con un dibujo en blanco y negro de un señor maduro y de terno que adentro del pretendido sarcófago mira una televisión diminuta y sostiene un dedal de licor, mientras por el vidrio de la mirilla, el lector puede ver las caras consternadas de los otros personajes asomándose para ver el estado del difunto. La perspectiva del dibujo es desde adentro del pretendido sarcófago. El lector comparte la claustrofobia que el personaje central, esa versión del señor Valdemar, no parece percibir. Los dos fantasmas más amenazante para Helga abarcaban dos categorías muy bien delimitadas. Jorge, el exilado chileno, ya no tan exilado ni tan chileno, y Farragut, el cordón umbilical con el submundo literario, lo que probaba en opinión de Raymond, la mentalidad sistemática y un poco abstracta de Helga, pese a su físico de (ex) valquiria. Pero ambos representaban y en el peor de los casos, actualizaban con sus ocasionales y cada vez más distanciadas apariciones, un pasado que para ella era tan detestable como para él romántico, aunque no creía que pudiera aguantarlo ni por dos semanas. Las interminables conversaciones, el girar sin destino por los cafés, la frustración de esos días pasados eran a veces materia de sus sueños. Como de costumbre, Farragut lo llamó en voz alta tan pronto apareció en la puerta del local, haciéndolo sentirse molesto al creerse el foco de atención de la concurrencia. Hacía años que no se aparecía por el local. Más grande (con seguridad habían hecho una ampliación), ahora se encontraba invadido por jóvenes estudiantes que habían reemplazado a los habitués de antaño. Farragut parecía no haber experimentado cambio alguno en estos años. Delgado, vestido con un terno de color incierto y el pelo largo por atrás, siempre daba una impresión de una cierta suciedad, de un cierto abandono. Como de costumbre, sostenía entre sus dedos un cigarrillo a medio consumir, cuyas cenizas sacudía sin mirar donde caían, en la mesa, incluso adentro de cerveza, y por supuesto sobre sus propias ropas. Raymond estaba seguro que el desaseo aparente de Farragut (que alguna vez le había confesado que se bañaba todos los días) era uno de los motivos de la antipatía de Helga, por otra parte casi siempre vestida de negro, lo que le convenía a su tipo de rubia nórdica, es decir con un tono anaranjado distinto del craso rosa anglosajón, sobre todo cuando estaba bronceada. Una vez que Raymond estuvo cerca, Farragut le indicó la silla del frente con un gesto: "No tienes idea lo que me ha costado guardarte esta silla. Estos tipos me la querían quitar". Y señalo sin disimulo a los jóvenes de la mesa contigua, con lo que Raymond empezó a sentirse alarmado, no fuera que a los pocos minutos, y como había sucedido otras veces en el pasado, eso fuera a terminar en trifulca. Estaba seguro que eso tampoco le gustaba a Helga. Y a él mismo no mucho que digamos. Pensó "Ojalá que no se ponga a hablar en francés". Esa era otra de sus malas costumbres, aunque nunca se sabía si lo hacía adrede, por ejemplo en lugares en que la gente puede sentirse molesta (aunque disimulado, el país está recorrido por una corriente subterránea de racismo), o para molestar a Raymond, que si bien entendía francés, y en efecto, siempre había leído a los autores franceses en el original, no se sentía confortable escuchándolo y menos hablándolo, ya que constituía su tercera lengua, luego del inglés y de otra que no viene al caso mencionar aquí. Pero no. Farragut parecía estar de buen humor, parecía incluso que no había bebido en exceso, y no estaba excitado, lo que se traducía en que su voz mantenía un volumen normal. Luego de intercambiar ciertas trivialidades, incluyendo preguntar por la salud y fortuna de Helga a quien parecía detestar un poco, entró de lleno en el asunto. "He decido recurrir a ti porque eres uno de mis pocos amigos capitalistas", dijo con cierta sorna, que Helga hubiera comentado luego de haber estado presente, como una manifestación natural de resentimiento frente a amigos y contemporáneos que habían tenido éxito, que habían llegado, como se decía por aquí, mientras que él siempre seguía al tres y al cuatro, fenómeno muy humano y comprensible, además de casi universal. ¿Capitalista? ¿No estarás exagerando un poco?". "Bueno, con la vidita que llevas". Y Raymond permaneció en silencio unos momentos. Era cierto que tanto él como Helga tenían ingresos digamos buenos. Que durante un tiempo habían estado viviendo en hoteles. Pero no tenían que gastar en un automóvil (y ya se sabe cuando cuesta mantener un auto, sobre todo en este clima), ni en una casa. Él conocía gente que entre la casa y el auto (y a veces los cabros chicos, más aún si eran adolescentes), empezaban a contar de los 3.000 dólares para arriba al mes y lo que quedaba era para los gastos. Además ellos realmente no vivían ya en un hotel, habían decidido por una casa de familia, una suite separada en una casa antigua que antes había sido una pensión con desayuno, con la diferencia de que estaba amoblada y que no era una renta mensual. Los gastos anteriores habían sido prohibitivos y esta solución era más bien lo que se llama una solución de parche, más bien para mantener la fachada. En el círculo de los nuevos amigos de Helga, que él encontraba snobs y arribistas, se los consideraba como una pareja que había decidido romper con las convenciones para poder llevar un estilo de vida que consideraba adecuado para ellos. Lo que no le impedía pensar a veces que no había mucha diferencia entre este arreglo de ahora y arrendar un departamento amoblado, aunque había que reconocer que la comida que cocinaba Madame Delfurieux no se conocía, al menos en las cada vez más homogéneas (unidimensionales, habría agregado Jorge) ciudades de hoy en día. Envuelto en el humo de los cigarros, como en esos otros tiempos divididos de los presentes por una línea ambigua, aunque él ya casi no fumaba, sino antes de dormirse, para matar el hambre (ya que su tendencia hacia la obesidad se mantenía) y para ir al baño, se dejó envolver en esa crisálida del humo en los cafés, en que desde siempre jóvenes y proyectistas variados se incubaban, al menos en esos ambientes, antes de abrir las alas y saltar a posiciones respetables en sus campos respectivos, a una vida sedentaria o al fracaso, que al cabo de algunos años se convertía en algunos en una suave resignación. Había ciertos tipos como Farragut que siempre se mantenían allí, que nunca salían de esa crisálida, cuyos proyectos nunca cuajaban (sería por una especie de voluntad innata), pensaba Raymond, ya que en todos estos años, Farragut se había asomado más de una vez a las puertas del éxito, ya sea como escritor, como editor, como empresario, para caer, la mayor parte de las veces, víctima de una circunstancia ridícula y desgraciada, tan absurda y obviamente producto de su propio comportamiento que la idea de una especie de vocación interior que torcía sus propios designios era una posibilidad que incluso él mismo en ocasiones se planteaba. -"Y cómo está Helga", preguntó Farragut- "La otra vez la vi en la calle y no me saludó". "Bueno... Tú sabes cómo es...".-"Eso sí que se ve muy bien", comentó Farragut animadamente "claro que está un poco más gordita". Y sonrió de esa manera que tenía, con la boca un poco torcida para un lado, lo que le daba un aire un poco demoníaco. Quizás más adelante, dentro de algunos días, cuando Helga volviere de Montreal, le reprocharía el desorden, el mal estado del departamento (ya que la pensión no incluía el aseo), el haber dejado quizás la ventana abierta y salido cuando estaba lloviendo, provocando una pequeña inundación cuyas huellas eran aparentes en la decolaración del parquet. Entonces Raymond dejaría pasar unos momentos antes de comunicarle en forma casual "Me encontré el otro día con Farragut. Y me dijo que te había visto". -"Sí, yo lo vi también, pero me hice la lesa"-. "Me dijo que te encontraba un poco más gorda". Helga no respondería pero Raymond sabría que había dado en el blanco. El gato mostraba sus garras. Lugo quizás Helga pasaría por un corto período de aerobics o una dieta scardale hasta que instancias más concretas y presentes la sacaran de esa preocupación. El proyecto en cuestión era más ominoso de lo que Raymond se había esperado, aún tratándose de Farragut. "Tú sabes", empezó, "la injusticia que desde siempre se ha cometido con el sexo femenino". Y Raymond no pudo menos que pensar en el comentario inmediatamente anterior de Farragut sobre Helga. "Por ejemplo, incluso las investigaciones feministas sobre el origen de las instituciones se ha dado dentro de los marcos aceptables por ejemplo académicamente, cuyo formato y modo de promoción se encuentran determinados por el sexo masculino desde el origen mismo de la universidad. Por ejemplo, y examinando el mercado de consumo, se han promovido libros que presentan teorías atractivas sobre una supuesta religión femenina, lo que ha llevado a la fabricación de una supuesta brujería con su secuela de objetos para el consumo". Raymond se repatingó en su silla, miró su mano, gorda y velluda que se aferraba al asa de su jarro cervecero y se aprestó a otra de las peroratas del otro. Esas eran cosas archiconocidas, pero sin embargo sentía cómo algo así como una punta de interés comenzaba a insinuarse a pesar suyo. Miró a su alrededor. Estudiantes y trabajadores conversaban en las otras mesitas o en la barra, por completo ajenos a lo que en esta mesa se conversaba. Siempre tenía la sensación casi paranoica de que otros pudieran escucharlo, prefiriendo hablar en voz baja y corto cuando se encontraba en situaciones parecidas. Tenía la (quizás absurda) sensación de ser extraño, diferente, de no calzar. Incluso en su propio cuerpo. Miró nuevamente esa mano suya, suya, se repitió mentalmente, regordeta, velluda, que bien pudiera ser la mano de un hombre de negocios árabe, cubierta de anillos con piedras brillantes. Pero no se sentía gordo. Se sentía delgado. Antes, cuando iba a fiestas, más de una vez se había dejado ir en el baile, siguiendo las cumbias y los merengues, balanceándose con la salsa hasta quedar en el centro de un grupo que lo celebraba, sudoroso y un poco mareado, y había recibido los comentarios, o mejor, los había recibido a través de terceros. El mismo Farragut le había dicho después de un baile para recolectar fondos para Centroamérica, que Helga, a quien estaba comenzando a conocer, le había comentado a alguien que él bailaba divinamente, como una pluma, pese a ser más bien gordito. Levantó la mano con el jarro de cerveza en forma lenta, pausada, tratando de impregnar ese gesto con la majestad lenta de los hombres gordos, Mussolini, Mao, Hardy, gesto que inconscientemente trataba de perfeccionar, cuando recordó con un sobresalto que el sueño había retirado la mano de las ancas de la mujer y que la mano estaba manchada de un acuoso color rojo, de sangre, pero en el sueño esa mano suya era delgada, casi flaca, mientras Farragut le había estado diciendo "Pero me estas escuchando o qué". Pero Raymond sólo asentía y no podía desprenderse de esa sensación de inquietud quizás inmotivada pero persistente. En un sueño podía pasar de todo, conocía gente que daba gran importancia a sus sueños. François Laffayette, un poeta que ahora vivía en Montréal decía que se levantaba a anotar sus sueños en medio de la noche y luego no se podía quedar dormido, y que las ideas de varios de sus cuentos publicados (había muchísimos más que no habían tenido esa suerte) le habían venido de sus sueños, que a veces ocupaban varios años. Una vez le había dicho, medio borracho y luego de uno de sus no muy concurridos recitales que perfectamente podría haber seguido adentro de uno de esos sueños, como atascado, forzado a seguir viviéndolo hasta el final, y que se recordaba de esa sensación, de tener que seguir adelante en un sueño, que había tenido la primera vez que tuvo conciencia, ver una ventana y escuchar la voz de su madre que cantaba; había que seguir en el sueño y realizarlo y esta era su vida. Pero se había puesto casi a gritar en el bar y la gente se estaba dando vuelta, y el bochorno había invadido a Raymond que había dejado de preocuparse de lo que decía y era mejor, había dicho Helga cuando se lo había contado, con quien comenzaba a salir y era un bocatto di cardinale como decía Anselmo, pero que desde ya mostraba sus garritas, tratándolo un poco como si fuera un niño chico. Y ella le había dicho que no le hacía bien para sus nervios verlo tan seguido y quizás había sido una de las causas de que se separaran, además de que Helga lo negaba por teléfono cuando el otro llamada y le quitaba el saludo. Además con el asunto del seudónimo, cuando todavía escribía, y el colapso nervioso que eso le había provocado, y el cambio de ciudad por casi tres años, Laffayette había desaparecido completamente del mapa. El proyecto de Farragut, mejor dicho sus proyectos, tenían que ver con el campo editorial. Tenía la intención de convertir su inactivo sello en una editorial de tomo y lomo, con distribución a través de distribuidores, con catálogos y con ediciones sobre los mil ejemplares, con acceso a fondos de los organismos pertinentes (que Raymond sabía que nunca iba a lograr ya que sus libros serían muy raros, lo que aquí significaba para todo editor una sentencia de muerte). Ante sus objeciones-- nacidas de su práctica anterior en el campo literario y que habían culminado con éxito y una extraña, aunque suave, quería creer, afección nerviosa--, Farragut le había dicho que no importaba, que era cuestión estadística, que siempre se encontraría una elite de unos 500 o mil individuos que leerían este tipo de material, a lo que Raymond había respondido con que ya no quedaba elites en este país y que si querían una iban a tener que importar a toda la intelligentsia de algún país pequeño de Europa y ponerlos a cargo de la industria cultural por un par de generaciones, que no había ni siquiera un grupo de los llamados étnicos que pudiera crear una literatura, como había sido el caso de los escritores Yiddish en Estados Unidos, en fin, varios de los argumentos esgrimidos por todos aquellos que, minusvaliando el país en que han nacido, o que tan generosamente los ha acogido, no hacen más que poner incluso más en peligro las frágiles bases que mantienen al país unido (estamos hablando de Canadá). Pero Farragut en lugar de discutir como hubiera sido lo predecible, lo había mirado tranquilamente, con esa sonrisa otra vez de medio lado, que al comienzo uno creía que era un intento conciente o inconsciente de apropiarse de alguna sonrisa de galán de cine, y que tenía en ese rostro flaco y ávido un efecto casi aterrador, y se había encogido de hombros, señalándole que tenía otra carta. La biografía de la Blavatsky iba a ser financiada por un pequeño grupo de teósofos emigrados de la Europa Central, todos de más de setenta años, y que, según decían, habían simpatizado alguna vez con las tendencias disidentes de los años cincuenta en la ya fenecida Unión Soviética. Se los podía ver entonces, jóvenes y entusiastas, en las fotos ya amarillentas en que habían registrado llevados por el orgullo ingenuo de la juventud alguno de sus mítines clandestinos, (y cuyo descubrimiento había causado la desaparición de algunos de sus miembros). A Raymond la mezcla de la teosofía con las ideas de Bukharin le parecía algo descabellado y se preguntaba si no se trataba de una tomadura de pelo, o peor, alguna estafa, que algunos estaban tratando de implementar a costa de la ingenuidad irredimible del otro. Pero no. El (ex) exilado chileno, Jorge, le había hablado más de una vez de los tortuosos vasos comunicantes entre la francmasonería y los socialistas en su país natal y la confluencia en los oficiales autores de una fugaz revolución socialista a comienzos del siglo veinte, de las ideas de Lenín y Bakunin con las de Annie bessant, Scott Elliot y la ya mentada Madame Blavatsky. Raymond, inquieto, había tratado de salir del paso, ya que veía hacia dónde se encaminaba Farragut. Adujo que, en realidad (y era cierto), sus ingresos no eran ni con mucho abundantes, que la mayor parte de los mismos los proporcionaba Helga, y que él no se sentía como para pedirle apoyo financiero en un proyecto de esa naturaleza. "Yo nunca me compro ropa", le dijo. "No tomo locomoción (ya que vivimos en el centro), y los útiles que necesito para dibujar son baratos; papel, uno que otro pincel y plumas, tinta china y corrector de máquina. Últimamente la cosa se está poniendo mala y estoy pensando seriamente en dedicarme al dibujo publicitario...". Pero Farragut no tenía en mente su ayuda económica esta vez, sino otra cosa. Había vuelto a sonreír y le había dicho que contaba con sus calificaciones literarias. "Lo que tú eres de veras, es un escritor. Yo sé que esta cosa de los monitos es un ganapán que tienes. Y te haría bien, te ayudaría a superar tus complejos...". Raymond se sintió ofendido. No le gustaba que la gente se diera el lujo de analizarlo y hacerse planes de los que él no tenía la menor idea, mientras seguía viviendo su ordenada (y rutinaria, como decía Helga) vida. Menos saber que otros pensaban esto o aquello acerca de su abandono súbito de la literatura, sin estar enterados de los detalles, al pensar en los cuales a veces le venía casi un mareo. "Zona peligrosa". No dijo nada, sin embargo. Lo que pasaba era que si bien las ideas de ese proyecto eran del grupo mencionado, no había ninguno entre ellos que fuera realmente un escritor, o que siquiera manejara bien el inglés, cosa que era de esperarse, ya que ninguno lo hablaba como primera lengua. Farragut incluso le tenía una suma asignada como editor, o como Raymond le comentó con sorna, ghost writer. Pero había algo de atractivo en la idea. Esa misma noche Helga lo había llamado por teléfono, mientras él yacía en cama, hinchado por la cerveza, que ya no era su hábito (debía haber mencionado a Farragut que otro de sus gastos habituales y quizás su único lujo consistía en vino, bueno en lo posible, que no hinchaba y de cual no se necesitaba ingerir los volúmenes que requiere la cerveza para lograr un estado de una sutil euforia). Ella le había dicho que el desfile de modas había sido un desastre. No habían asistido ni treinta personas y no habían vendido nada. Pero sí había llegado la prensa y la televisión. Los dueños de la casa de modas estaban felices y le habían doblado la comisión, había sido entrevistada y se estaba hablando de una exposición en el Soho, en Nueva York, todos los gastos pagados, y los de sus modelos, que habían sido (contra todas las expectaciones de Raymond) los que habían ganado el ojo de los corresponsales. Raymond no le mencionó a Helga que se había visto con Farragut. Lo que lo hizo luego sentirse culpable. Era la primera vez desde lo que ambos consideraban implícitamente como su estabilización definitiva que pasaba algo. Se lo contaban todo. Luego vendrían, quizás, las mentirillas sórdidas, las excusas pequeñas pero que sin embargo se van amontonando hasta provocar un 'salto cualitativo' en que ambos comenzarían a vivir sus vidas separadas, incomunicados uno del otro. Por otro lado, en esta relación y quizás por motivos de sus respectivas idiosincracias, había sido él (al menos así lo pensaba) el que había hecho la mayor parte de las concesiones. Ella había sido siempre dominante. A él le gustaban las mujeres dominantes. Su personalidad era flexible, acomodaticia, un poco como los ángulos redondeados de su figura de hombre más bien gordo, en el fondo tranquilo. Primero habían sido sus hábitos desordenados, su abulia, que en realidad ya había sido tiempo de cambiar, luego sus amistades de años, de aventuras y pellejerías, sus amigos escritores, bohemios o exilados, desde luego sus amistades femeninas. Él se había amoldado y había sucumbido: si para ella era importante, él podía permitirse esos pequeños abandonos que a la larga no lo perjudicaban esencialmente. Como muchos hombres creativos, se manifieste o no esta condición en obras y menos aún en reconocimiento, concebía que su vida se desarrollaba fundamentalmente en términos de su quehacer y sus elucubraciones, sus pequeños hábitos, su pensamiento en suma, cosas que no necesitan más que un espacio para desarrollarse y un poco de tiempo libre. Pero a veces echaba de menos esos otros tiempos, esas otras personas, aún reconociendo (con Helga) que no siempre habían sido beneficiosos en su vida. Ahora se sentía como un alumno de liceo que hace la cimarra, o como otro de que se acordaba, que se masturba en el baño leyendo los Play Boy. Quizás llegaría el momento en que tendría que confrontarla, haciéndole ver que sus temores eran infundados, que esas amistades y ciertas opiniones y ciertos gustos y hábitos no los iban a separar, que no los iban a arrancar de su relativa estabilidad para volverlos a sumir en la incertidumbre de años pasados, o en la pobreza que Helga habría sufrido cuando pequeña (nunca había sido muy expansiva respecto a esto, pero al parecer en su adolescencia había estado incluso bordeando la prostitución), y la que se había convertido en un fantasma siempre acechante, detrás de cualquier ademán o elección equivocados, por pequeños que fuesen, y que hace que los que tienen su origen en sectores y niveles desfavorecidos, siempre estén preocupados en consolidar más y más posiciones de estatus social o medios económicos ya inexpugnables, pero que siempre son para ellos frágiles. Jorge siempre decía (o había dicho. Ya casi no se veían), que el hecho de ser este país poblado de inmigrantes, perseguidos todos por ese fantasma de la necesidad en los países natales, que los hacía trepar y consolidar sin tregua, era lo que lo había convertido en una potencia económica, que no política, ya que desde siempre la preeminencia política estaba ligada, por el contrario, a una clase media intelectual de orígenes más o menos estables, y que por lo tanto ni siquiera sabían lo que arriesgaban al aventurarse en alguna empresa revolucionaria, o no les importaba. Ese tipo de actitudes se adquieren siempre en la niñez. Y Jorge pasaba a describir el sosiego con que se paseaban por las calles céntricas de su ya nebuloso país los hijos de familias establecidas, sin un centavo, sin tener dónde caerse muertos, pero orgullosos y plácidos en una ontología adquirida desde sus primeros años. Raymond miró con perplejidad la página que acababa de corregir. No podía creerlo. De un manotón agarró el auricular del teléfono, siempre en su escritorio, o donde fuese que él estuviera. Marcó el número de Farragut. Para su sorpresa y consternación, le respondió una máquina. Farragut con una máquina para dejar mensajes. Es decir que la cosa iba en serio. Alguna vez y al pasar Farragut le había dicho, años atrás, en los tiempos en que publicaba folletines de poetas de los más oscuros círculos de la marginalidad, que cuando se decidiera a trabajar en serio, lo primero que iba a comprarse (o conseguirse) iba a ser una máquina para que le pudieran dejar mensajes, para que no lo pudieran sorprender con ningún asunto que lo obligara a responder de inmediato, causando problemas quizás insuperables. Como en esa ocasión en que el problema había sido la introducción casi burlona de Patrick Phillmore a la obra de una poetisa francoontariana que Farragut acababa de publicar y que casi le había costado un juicio, habiendo terminado con los cuadernillos, primorosamente impresos e lustrados por Raymond, en cajas de cartón que en otros y mejores tiempos habían contenido naranjas californianas. Jorge,había estado presente durante toda la operación, incluyendo el afidavit en que el editor (Farragut) se comprometía ante la autora y un testigo firmante a no hacer nada que pudiera redundar en la difusión de dicha obra. Jorge había arrancado varias portadas y algunas de las ilustraciones del interior del librito, manifestando que las iba a usar para empapelar una pared de su departamento, y comentando con tristeza que al menos en su país, ese material podría haberse vendido por kilos a la papelera de Puente alto.

Thursday, March 6, 2008

Relatos míos publicados en la revista 'Letralia'

Cuervos “Cría cuervos y te sacarán los ojos”. Mentira. Más crueldad verás en esa bandada de gorriones que persiguen a picotazos al miembro débil o enfermo hasta ocasionar su muerte. A vista y paciencia nuestra que paseamos por una calle bastante moderna, no te creas. Estoy haciendo un poema largo llamado gorriones —hace años de esto— y ella propone hacer un change and replace y ponerle en cambio Codornices, inglés quail. Los cuervos de un parque en British Columbia le copian a patos y aves exóticas y nadan en la fuente o se sacuden el agua para que les tiren comida los turistas. Negros se remontan con mariscos en el pico junto a las gaviotas y los dejan caer desde lo alto para romper caparazones y conchas y comerse las entrañas. O disputan a los buitres la carroña de incontables animalitos que aplastan los autos en las interminables carreteras del país. El cuervo es el delfín de los pájaros, Francisco dice, desplegando ante nosotros el pavor de la biología. Los pollos recién brotados del cascarón mueren de hambre sin un pájaro al lado del que puedan aprender cómo comer. Los nazis ya estaban empezando a adiestrar cuervos para que transportaran cámaras y bombas como los delfines de los gringos. En la cadena sin fin y circular de la lucha por la supervivencia en este planeta y otros, no somos nada. La naturaleza a lo más es un espejo de nuestros talentos y limitaciones. Hecatombe Pobres animales de la televisión, la niña dice desde la sabiduría de (algunos) infantes que miran el mundo desde el no compromiso inicial. A nivel nuestro tratamos de suprimir la presencia de esa masacre en que consiste nuestra existencia misma de carnívoros. El primate humano echó a caminar sobre el lodo, que era rojo y mezclaba la tierra arcillosa primordial con la sangre. En las ciudades se tapa el origen de bisteques, costillares y hamburguesas. Ya no hay carnicerías con hombres de delantal blanco que descuartizan cuerpos colgantes, cabezas de cerdo y vacuno con ojos vidriosos y enormes que nos persigan en sueños. Se venden las partes en envase plástico, selladas al frío en bandejitas de polietileno que acelerarán la corrupción de este ambiente hacia la pureza inorgánica de su contaminación. Peor es nada. Porque esta historia es pecaminosa. Pero no somos creyentes. Ya los niños no son llevados de la mano por la empleada a la feria para escoger gallinas que allí mismo beneficiará el puestero ante su mirada inocente. Cuando uno come carne, después quiere seguir comiendo más y más, uno duerme inquieto, se da vuelta. Digo. Francisco dice que el hombre nació carnívoro, dice además que el sexo masculino es mutación del femenino. Dice otras cosas que prefiero callar. Pero pienso en la horda de gallinas, pollos, codornices, cerdos, patos, seres marinos. Las langostas emiten chillidos al hervirse. Cuadrúpedos, conejos en primera fila, que nos esperarán cuando después de muertos en el mito cristiano nos vayamos caminando hacia las Puertas del Paraíso. Sus ojos nos harán retroceder a los infiernos. Sin mediar espada de fuego. Gracias a Dios que por aquí por lo menos no somos creyentes. Pintura Para mí la pintura, el dibujo, las artes plásticas son el camino que no seguí. En la encrucijada de mis dieciséis años vi pasar a una niña alta, pelo negro, perfil acentuado, blanquísima. No me vio. Pero en las horas que siguieron le hice un poema con rima. Traté de hacerle una témpera. La imagen distó del original y de lo que tenía en la cabeza. Cuarenta años después tomé clases para pulir mi técnica y poder reproducir lo “real”, dizque (ahí me aprieta el zapato). La pintora trató de que centrara la atención en lo visto, pero seguí haciendo lo que tenía en la cabeza. Pintaba redonda la parte inferior de una botella porque sé que tiene base curva, aunque en realidad todos la ven derecha, recta. Me dijo “vas a tener que pasar diez años educando la mirada”. Lo que a mi edad es mucho tiempo. “La fotografía liquidó a lo real en la pintura”, le dije. Cerré la puerta al irme. Su olor me persiguió y me sigue en sueños. Confieso que me gustan los impresionistas, que deforman al objeto por el lado de la luz. Me detengo a la vera de las instalaciones, del arte conceptual, que se agota en una sola idea, más al ritmo actual de mis neuronas. Pero siempre tengo a la pintura como el señorón latino mantiene amantes escondidas que visita a veces. Hago afiches para eventos, portadas de libros, dibujos varios, “monos”, como decimos. Trato de vez en cuando diversos materiales y formas, con cuidado, sin pretensión profesional. Porque esta otra terminaría por obsesionarnos. A nuestra edad ya no sabríamos satisfacerla. Suspensión en el aire La levitación tuvo lugar frente al vetusto edificio del Parlamento, llamando la atención de los escasos transeúntes de ese día más bien frío y nublado. Muchos lo achacaron a un nuevo truco publicitario, a los charlatanes y juglares premunidos de nuevas tecnologías que parecen capaces de cualquier prestidigitación. Algunos turistas chinos —de Taiwán— tomaron fotos. Se acercó un par de policías, luego se retiraron a sus vehículos en espera de órdenes superiores. Poco a poco se formó un corrillo. Llegó una periodista de la televisión local para hacer una nota breve de unos treinta segundos de filmación. El hombre, a sólo unos cincuenta centímetros del suelo, le pasó una mano que ella al comienzo rechazó con algo de aprehensión pero luego aceptó con una media sonrisa. Ambos se elevaron hasta una altura de dos metros. El interés de la gente aumentó. Algunos que se alejaban volvieron sobre sus pasos. Otros que miraban desde lejos, desde la vereda del frente, se acercaron. Una ligera brisa levantaba la falda de la periodista. Ahora estaban a unos cinco metros de altura y ella sin soltar su mano le indicó ese hecho, demostró cierto temor. No tardaría en despertarse el interés de servicios de inteligencia, de multitudes y de adeptos de diversas religiones. El número de policías había aumentado, estaban notoriamente formando un cerco y se acercaban otros vehículos. El hombre que levitaba le ofreció a la periodista una entrevista exclusiva para el día siguiente, en su pequeño departamento del barrio chino. Los agentes que trataron de seguirlo a él y a ella sentían la imperiosa necesidad de ir al baño. Si conducían, tenían que estacionar los autos para echar una siestecita. Si llamaban por teléfono, olvidaban repentinamente de qué estaban hablando. El poeta es un pequeño Dios Eso no es mío, es de Huidobro. Yo soy ateo, por lo menos ahora. Pero no se puede negar que hay una pizca de verdad en el lema del insigne vate. En cada generación de mi familia se han presentado casos de esquizofrenia, empezando con mi abuelo, que en paz descanse, y hasta ahora terminando con una prima mía que sin embargo no ha tenido problemas en casarse, tener dos hijas preciosas y estar ahora viviendo en Europa. Cuando chico, yo dormía muy mal, tenía pesadillas muy seguido, despertaba gritando. A veces me pasaba que me ponía a conversar con gente que me venía a ver en la noche y se sentaba en la cama, como el seminarista o las dos niñas gemelas, que a veces abrían la puerta del velador y se metían las dos juntitas, una al lado de la otra. Para mí eso era de lo más normal, luego me he dado cuenta de que no es tanto. Mi madre me dosificó por varios años bromuro de calcio bajo una forma que se vendía bajo el rótulo de Calcibronat. Cuando le tocó a mi tía, estuvo internada y en ese entonces le aplicaron electroshock. Pero a lo que vamos. Tengo bastante familiaridad con las enfermedades mentales, varios amigos y amigas mías se cuentan entre la gente aquejada que conozco, fuera de mis parientes. En general, son gente muy creativa e intuitiva, y cuando se dan cuenta de que tienen que hacerse un poco los tontos para que no los jodan mucho, son bastante tratables y una permanente fuente de inspiración. Pero ninguno como Arturo Méndez, que profesa en la literalidad de Huidobro y que cree a pies juntillas que en sus sueños está creando un universo en el que iniciará otra vida una vez que termine con esta. Pero es muy discreto con esta convicción. Hasta donde yo sé, soy una de las pocas personas que saben este asunto. Incluso a mí me parece a veces que me está tomando el pelo. La cosa es más o menos así, en los sueños de los poetas y los creadores, no de todos, en algunos sueños prácticamente todos los elementos aparecen realzados, espacios más grandes, arquitecturas más vertiginosas y colores más vivos. Él soñó esa vez que dice que se le paró el corazón por la diabetes que era un recién nacido y que a su lado yacía un cuerpo ingente de mujer, se trataba del inicio de su nueva vida. Pero no se murió y despertó. Dice que algunos de los lugares, la misma Batôn Rouge donde vive en Luisiana, adoptan una nueva magnificencia, la flora y la fauna pueden ser monstruosas y de una materialidad agobiante. Tiene la impresión de que a veces puede volar, o que se levanta del suelo, levitando. Yo le digo que todos volamos en sueños, que yo mismo hace décadas soñaba ser una especie de ave de presa que se abalanzaba sobre mujeres jóvenes que paseaban por las calles y los campos, despreocupadas, que el vuelo tiene un significado sexual muy claro en el psicoanálisis y que experimentara para que viera que si se corría una paja no iba a volar en sueños, a lo mejor ni siquiera iba a soñar, es decir que iba a caer como piedra en el sueño de los justos. Pedimos más café, es muy temprano para empezar a tomar, aunque a mí ya me esté empezando la tembladera. Importancia del aire El verano ya se acaba y con él viene no tan sólo el otoño, con su gama de colores increíbles, pesadilla del pintor y gloria de los fabricantes de postales. Se avecinan ya por la ventana de septiembre las actividades comerciales, políticas y culturales sobre la ciudad como un enjambre de langostas despertado súbitamente por un hambre insaciable. Así es como me había visto de nuevo engatusado, como me habían vuelto a hacer pisar el palito. Me había dejado ir con el calor y la humedad, el florecimiento febril de esta naturaleza siempre a medio podrir, la frecuentación de terrazas y restaurantes con mi compañera, de bares con mis amigos, hasta la gastroenteritis reiterada, parece que ya no soporto por ejemplo los alimentos lácteos. O será el alcohol, o las frituras, o la cafeína. O sinó es que asqueado por la situación a que aludía recién es mi organismo mismo el que se rebela iniciando profundas arcadas. Viendo que no sé distinguir bien el nivel de las cosas, que adopto posiciones extremas y me desahogo lo más pronto posible esos mismos que otrora llegaron quejándose como cabros chicos para hacerme incurrir en pronunciamientos públicos, esos quiltros otra vez se apresuraban a oler el ano de sus maestros luego de que les habían pateado las costillas, por otro lado yo ensimismado en una adrenalina a la vez droga y veneno multiplicaba pronunciamientos morales, caldos de cabeza, tomas de posición olvidando que la justicia es la estatua de una mujer madura, de gris y con los ojos vendados, que vadea un charco. Entonces es que he descubierto nuevamente al aire. Hincho mis pulmones, aspiro y expiro, hago que se corresponda a mi sístole y mi diástole. Me yergo en la noche antes de dormir para ejercicios de respiración, con los brazos abiertos en cruz frente al espejo, tratando de delimitar a mi cuerpo el radio del universo conocido antes de dormirme, pensando en que cuando vaya a ciertas dependencias a buscar el número de una revista llegada del extranjero en que seré poeta invitado me voy a poner una mascarilla. A mediados de octubre voy a limpiar mi sistema a la manera Hata yoga según mi abuelo, ingiriendo una cinta de género para luego irla excretando paulatinamente en un proceso de horas. (Publicado en el Nº 3 de La Bata del Camaleón). El secreto de Pedro Armendáriz La madre de Lou vino de México, era muy bajita, dijo, y eso que él debe andar por el metro noventa. La imagen de Lou inclinado sobre el podio traído de México era todo un símbolo. Comentó en el coloquio que Fox habría tenido problemas para usar el podio. Algunos reímos: montado sobre unas rueditas para su fácil transporte, el podio reacciona desplazándose frente a cualquier aumento de presión, para zozobra del presentador de turno que entonces levanta las manos para garantizar la estabilidad del soporte sobre el que descansan sus páginas. Al fin de la sesión me puse a conversar en la puerta con un señor mexicano. Ahí salió a relucir el nombre de un amigo, con quien hice algunas cosas hace más de veinte años. Sus connacionales en Canadá lo consideran un pionero. Muy involucrado en su comunidad, desempeñó puestos directivos en diversas instituciones antes de mudarse a Montreal. Cuando me contó que el renombrado actor tenía un secreto al que atribuía su éxito, lo tomé como otra de sus historias. Uno nunca sabe si está hablando en serio. Alguna vez amenazó con revelarme el secreto, pero como he escrito cosas que me ha dicho, que juraba que eran ciertas, no le presté mucha atención. La llegada del actor a la industria cinematográfica en realidad fue fortuita. Le llamó la atención a un director mexicano en un restaurante cuando estaba recitando el monólogo de Hamlet. Mi amigo me dijo que el secreto no era una combinación de vitaminas, ni una pócima, ni siquiera el jugo de algún cacto alucinógeno usado por los indígenas. Cuando se lo conté a la Zaira me dijo que era evidente que yo no sabía mucho de Pedro Armendáriz, que no había visto nunca sus películas, que él no hubiera necesitado una fórmula mágica para triunfar. Nica dijo que todas las carreras de las celebridades del celuloide empiezan de manera parecida. Los mexicanos son casi tan nacionalistas como los chilenos, pero creo que tienen más razón (digo yo). El señor con que estaba conversando me habló de la comunidad mexicana en esta capital, de su organización, del cambio demográfico de los últimos veinte años; antes eran casi puras mujeres que se casaban con canadienses, ahora hay parejas jóvenes, bastantes profesionales, mucha gente que trabaja en informática, en gran parte en las firmas bajo el alero del TLCAN. Le dije que había notado el aumento e influencia de la comunidad mexicana. Que yo vivía aquí desde hace más de veinte años y nunca había visto nada parecido. Que rivalidades y diferencias de opinión parecen malograr los logros de nuestras comunidades. Le dije que en una breve visita a México había tenido la impresión de que todo estaba por hacer, había sentido a la vez familiaridad y extrañeza. La sensación de algo subyacente que no podría nombrar. Ya se acercaba la hora de la sesión de la tarde, la gente iba a empezar a llegar al coloquio y ese señor tenía que irse. Me dijo que no era la primera vez que escuchaba a alguien referirse en esos términos a su país, que él estaba seguro de que México ocuparía el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones. El secreto consistía en aplicar esa manera especial de los mexicanos de mirar la vida, la muerte, el mundo en general, algo que ciertas luminarias de la cultura y el pensamiento nacionales habían logrado, en especial una figura muy querida del celuloide, cuyo éxito a muchos le había parecido inexplicable, pero entonces su mujer detuvo el auto frente a la puerta del local y él se despidió de mí para montar en el vehículo. Textos de Jorge Etcheverry semilla de un libro de narraciones breves en preparación

Wednesday, March 5, 2008

Declaración por condena al revolucionario colombiano Ricardo Palmera (Simon Trinidad)

Organización Socialista Caminos de Libertad (FRSO) El presidente Bush y el gobierno de Estados Unidos (EE.UU) le han dado una cachetada al pueblo de Colombia al dar una condena de 60 años de prisión al revolucionario colombiano Ricardo Palmera.(Simón Trinidad), quien es un héroe de la gente colombiana, él ha dedicado su vida a la lucha de los trabajadores y de los campesinos.pobres. Fue responsable de negociar procesos de paz y del intercambios humanitarios de presos por las las FARC ( Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo ), en cumplimiento de estas misiones fue detenido en Ecuador.. Cuando usted lea está declaración, verá que el profesor Palmera es un preso político y lo mantiene el régimen de Bush en confinamiento solitario..Pero, debía ser lo contrario, que el criminal de guerra de George Bush y el corrupto, narco-tráficante, presidente Uribe de Colombia son los que deberían estar en la cárcel.. Tanto el primero como el segundo merecen este castigo por ser criminales... La extradición, los juicios y el encarcelamiento de Ricardo Palmera no tienen nada que ver con la justicia. Los que luchan por los explotados y por los oprimidos, ambos son nuestros hermanos y hermanas de los países oprimidos, así como también todos esos que luchan dentro del imperio de EE.UU. Aquí nadie puede recibir justicia en las cortes de EE.UU. Las cortes de EE.UU.son y están por y para los ricos. Los juicios a Ricardo'Palmera han sido un chiste y una burla a la justicia.. El jefe de los jueces, juez Hogan fue agarrado haciendo trampa y forzado a renunciar, para sólo ser seguido por el juez Royce Lamberth con sus decisiones prejuiciadas y una extrema como injusta sentencia condenatoriaa Palmera, los jueces y los fiscales de EE.UU. son más corruptos que los de Colombia. Palmera, él mismo lo dijó, " Mis juicios han sido políticos desde el comienzo hasta el final, no importa lo mucho que el gobierno de EE.UU.lo niegue" . A Ricardo Palmera no se le ha debido juzgar en las en las cortes de EE.UU. Esto es una violación de la soberanía del pueblo colombiano, pues no ha cometido ningún delito en EE.UU..Colombia es su país. Los EE.UU.no tienen ningún derecho a poner a ningún revolucionario colombiano en juicio. La administración de Bush está ampliando su intervención en Colombia con estos juicios. Por igual, fomenta la estrategia de guerra conocida como el Plan Colombia, que no ayuda en nada, sino que solamente lleva más pobreza, miseria y muerte al pueblo colombiano.. Los EE.UU han intervenido en la guerra civil de Colombia por 44 años consecutivos. La guerra civil envuelve la insurgencia armada de las FARC - los campesinos y los trabajadores - contra una élite ladrona y corrupta que administra el estado colombiano. Los EE.UU están en el lado incorrecto; están en el lado de los grandes capitalistas , de los grandes terratenientes y de los los que están hasta los codos envueltos en la sangre de los sindicalistas (unionistas) y líderes campesinos asesinados. Las corporaciones de EE.UU. están robando los recursos naturales y mineros de Colombia, mientras que arman y financian a los escuadrones paramilitares de la muerte. Los militares de EE.UU. mandan a los colombianos a través del organismo del Pentágono, llamado Comando Sur de los EE.U .En Colombia hay más de 800 "consejeros militares" y unos 600 "contratistas militares" participando en la guerra civil de Colombia. El Comando Sur, aconseja y revisa los planes de los militares colombianos y los escuadrones paramilitares de la muerte que asesinan a miles y miles de personas cada año, y han desplazado a más de 5 millones de personas de sus hogares, creando el terror y la muerte a la gente de Colombia. Los EE.UU.están perdiendo su "secreta"guerra de contra-insurgencia en Colombia. Así, que está amenazando con crear nuevas acciones para preserven los privilegios de los ricos oligarcas colombianos.. Los juicios a Ricardo Palmera y su Camarada Anayibe Rojas ( Sonia ) son una tentativa desesperada del régimen de Bush de querer criminalizar al movimiento de liberación nacional de Colombia, al reclamar que las FARC no son combatientes por la libertad de Colombia sino una banda terrorista. A estos los categorizan bajo los nuevos modelos de Bush y compañia en la llamada " Guerra al Terrorismo". Es decir, que las luchas de liberación nacional son tratadas como criminales y no como políticas. Desde las arenas de Iraq a los picos de la montaña en las Filipinas y a las selvas tropicales de Colombia, sabemos que los movimientos armados de los pueblos en contra del imperialismo están ganando fuerza y estratégicamente están derrotando al prepotente poder de los militares de EE.UU. .El tío SAM está haciéndose más viejo y más débil, mientras que los hombres y las mujeres valientes, los campesinos y los trabajadores en general junto con la gente revolucionaria y patriótica, se levantan para unir fuerzas y derrocar a los corruptos y despóticos régimenes apoyados y respaldados por los E.E.U.U.. Los criminales verdaderos son los imperialistas de los países desarrollados,quienes son dirigidos por la administración de Bush y sus grandes contingentes de militares . Los verdaderos anti-imperialistas y los comunistas a través del mundo están de pié y de frente en la solidaridad con Ricardo Palmera (Simón Trinidad) y Anayibe Rojas Valderrama (Sonia) .. En el siglo XXI, las FARC llevan el legado del Libertador Simon Bolivar,del Ché Guevara y de los revolucionarios de Colombia .En la actualidad, el Comandante Manuel Marulanda de las FARC representa la encarnación viva de estos iconos revolucionarios.Recientemente, el gobierno venezolano reconoció el estatus de fuerza belgerante de las FARC-EP, que la legitimiza al reconocer a las FARC-EP como fuerza poli'tico-militar de liberación nacional, que barre así la "etiqueta de terrorista" que Bush ha promovido incorrectamente. Las FARC-EP están firmes como un movimiento incontenible que traerá paz y justicia a Colombia, y que impactará a toda la América Látina. ¡La revolución promete en Colombia cambiar todas las relaciones sociales existentes y llevará a los trabajadores, campesinos pobres y revolucionarios al poder.! ¡Libertad para Ricardo Palmera! ¡Usted Mr. Bush y Mr. Uribe podrán encarcelar a los revolucionarios, pero nunca ustedes podrán encarcelar la revolución! ¡Vivan las FARC!

Sunday, March 2, 2008

URGENTE: PATRICIA TRONCOSO RETOMA HUELGA DE HAMBRE!

Por Eduardo Andrade Bone (AIP)* Patricia Troncoso, la activista de la causa mapuche, en protesta por el no cumplimiento por el gobierno neoliberal de los beneficios acordados, decidió retomar la huelga de hambre, como una forma de incrementar el cumplimiento de lo que se había resuelto junto con el gobierno Concertacionista, que vive más preocupado de preservar los intereses de latifundistas, hacendados y sociedades anónimas, que han usurpado las tierras de los pueblos originarios, que buscar una solución real a las demandas ancestrales de los pueblos originarios chilenos. Una de las voceras de la activista mapuche, en declaraciones para los medios de prensa locales, sostuvo que el Gobierno ha incumplido lo acordado, al no trasladarla a un centro de estudio y trabajo junto con otros dos comuneros y -de inmediato- comenzar a beneficiarla con la salida los fines de semana, tal como se había establecido. Por ello y dado que este beneficio recién se le dará en seis meses más como mínimo, la activista de la causa mapuche decidió retomar su presión contra las autoridades. Mientras tanto, Patricia Troncoso lamentó que el tener de garantes a los integrantes de la conferencia episcopal, tampoco haya servido de mucho para que se respetara el acuerdo al cual se había arribado con el gobierno.. De allí , que desde hoy Troncoso ha resuelto no seguir ingiriendo alimentos en el servicio de pensionado del Hospital Regional de la ciudad Temuco, donde se recuperaba de los más de dos meses de huelga de hambre que había sostenido anteriormente . No obstante, las organizaciones de derechos humanos y de las organizaciones de los pueblos originarios chilenos, han resuelto ponerse en estado de alerta, ante la decisión de Patricia Troncoso, de desplegar la lucha hasta las últimas consecuencias, de manera que sus derechos humanos básicos sean respetado por la autoridades judiciales y del gobierno concertacionistas, encabezado por Michelle Bachelet. __________________________ *Agencia Indoamericana De Prensa Publicado por ICAD-FRANCO/BELGA en 13:02 0 comentarios Etiquetas: CHILE, NOTICIAS INTERNACIONALES, PUEBLO MAPUCHE

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura