Saturday, April 4, 2015

Nota de lectura de “Bíblica” de Géyser López

Jorge Etcheverry

Pese a la presencia de nuevas y pujantes tendencias en la poesía en castellano (que en realidad ahora se llama español), como la antipoesía o la cronipoesía, o la poesía que es  la expresión de las condiciones socioculturales de su surgimiento, tendencias sexuales, origen étnico, afiliación religiosa o compromiso político, se puede decir que la poesía lírica todavía reina—casi—indiscutida. Pero—como en el caso de este poemario—le es necesario mantener un nivel alto de escritura para destacarse en el  abigarrado universo poético actual. No hace mucho y dentro de su discurso del día de su asunción del cargo, el presidente Vázquez (de Uruguay) dijo que “la cultura, sin duda, es un territorio de libertad, un lugar de encuentro democrático, un espacio para la creación colectiva y permanente de valores, de principios y de identidad de una sociedad.” Así en estos tiempos convulsos y que pueden señalar el alumbramiento de  nueva era o la apertura de la fosa de la humanidad, la poesía crece y se multiplica en asociaciones mundiales de sus cultores y amantes y se intenta establecer redes de hermandad y preservación de los valores humanos utilizando los nuevos medios de comunicación.. Valga este preámbulo para señalar cómo se ubica en este contexto la obra de este poeta. Predominantemente líricas, la poesía—y la prosa poética del autor incluidas en este libro—son  muestra acabada y cuidada de poesía lírica, con un dejo existencial profundo. Si nos fijamos en algunos elementos de contenido, veremos que en este libro hay  versión muy singular de la rica y larga tradición del libro de poemas que rescata, rememora, discierne la experiencia y restaña el dolor del amor. El prójimo, el otro (la otra) es un tema central en este poemario, y ya aparece en el primer poema. Se trata de  relación, suponemos rica pero ya perdida, desde un presente rememorativo que nos introduce al poemario:


Quise pensar que a posterior
sería  especie
de amitié déguisée,
reflexión tonta,
supongo,
pero esa tentativa
conjugó todas mis gravedades.

 
El carácter como proyecto pone a este libro en la tradición que combina la lo numinoso con lo sentimental/erótico, de Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, que proporciona un marco de tradición para un tipo de lectura y que se anuncia en el título, la dedicatoria y el primer epígrafe, pero tan solo eso, ya que aquí la temática se despliega hacia caminos muy especiales y ambiguos. Así, los epígrafes bíblicos, los aspectos escriturales o de discurso o la atmósfera profética presentes en el texto aluden a  esa trascendencia, combinada con o manifestada en el elemento erótico y sentimental, que raramente llega a lo carnal, y que cuando lo hace se reviste de  una ambigüedad que da profundidad connotativa al texto. Lo espiritual se combina con lo cotidiano y anecdótico, y ¿Por qué no? con el elemento  voyerista y la culpa. La imprecisión con que se entregan  vistazos o esguinces abre a la vez  todo un abanico de posibilidades insinuadas que instauran el marco o telón de fondo donde se instala o despliega esta poesía de lenguaje acotado. A lo largo del libro se siguen y entrelazan las alternativas y mutaciones del amor, en sus aspectos negativos y positivos:

 
A escondidas te observaba
con mis peores ojos
para que el ejercicio fuese
hermosa
manera de indignarte. (p.4)

 

como decíamos la trascendencia es explícitamente numinosa y se inscribe en sus referencias culturales en la tradición bíblica judeo cristiana, cuya divinidad en definitiva soporta este universo reflejo:


 Si Dios no hubiese inventado la mar
ni el sol,
en aquella ancha angostura de tierra,
nunca el azar nos hubiese elegido”. (p.26)

 

Hay ecos que se resuelven en esta versión de la Rosa de Sharón que es la amada. El texto se construye como  confesión que introduce a un interlocutor a quien se dirige el poema—porque pensamos que se trata de un poema largo-- y que le permite estructurarlo. Este privilegiado interlocutor puede ser divino y a veces adopta la faz de la interlocutora, o de la escritura misma: “Yo confieso ante el papel todo poderoso y ante ustedes hermanos que he pecado mucho. (p.16)—o la insinúa—o la de un alter ego:

Confiésame --juro no hablar—si ya en la Creación lo pensaste; dejarme sin cambio para que ella bajo el inhóspito aguacero me observara  tarde de noviembre mientras rebuscaba en su bolso las tres monedas que me faltaban” (p. 6)

Ahora entiéndeme: yo no quiero luz ajena.  Solo la tuya pero a través de ella.”(p.11)

Esto además siguiendo o agregando a otra tradición, la de un cierto romanticismo, la de la mujer como “el reposo del guerrero”, el amor que es también la droga que permite el escape de la opresiva, repetitiva y gris cotidianidad:

“Por qué el televisor sin energía y obligarme a salir de mis muebles tan acomodados. Por qué el minuto de verla en su esquina secándose furtivamente los pechos y luego observarme con sus dos bolas hambrientas de selva” (p. 6)

Pero el hechizo de la droga se convierte inevitablemente en hábito y se subsume en lo cotidiano, la novedad se gasta, el milagro se cotidianiza:


Te veo y me asfixian estas 
ganas terribles
de repararte…..
Seamos primos.
Y complazcámonos
en la estulticia,
en la sempiterna estupidez
de ser primos para siempre”.  (p.8)


aún queda la memoria que a la vez que selecciona, rescata y condena

 

“…te extrañé tanto
que busqué el libro que me leíste
y al abrirlo,
empecé a besarlo
por toda sus esquinas”. (p.12)

 
también aparecen los motivos de la no consumación y la culpa que se anuncian como otras hebras en la experiencia de lectura de este libro:


 “Pero queda aún el rédito de imaginar, hoy, en nuestros aposentos distantes y cagados, en nuestra perentoria vejez, que esas grietas moradas sobre esa boca tuya y que ya no te sirve, las produjo nuestro pacto inconcluso. Fue la firma de eso que jamás tuvo lugar en tus labios:

mis dientes”. (p.16)

 

El reconocimiento de sí en la mirada del otro— o la otra, interlocutores privilegiados por un acto arbitrario o las circunstancias, pero también encarnación de una voluntad  y existencia superior, quizás ese mismo interlocutor privilegiado a quien se dirige la confesión que este poema, y que esboza para el emisor poético mismo, la imagen de sí mismo, su única posibilidad de autoconocimiento:


“Yo también nací, aunque no lo creas. Fui pequeño, inquieto, redondo” (p.21), o


“Hallé mi silueta
en el inmenso lago
de tu pupila”. (p.17)

 
y en otro ejemplo: “Yo también nací, aunque no lo creas. Fui pequeño, inquieto, redondo. Tuve tus miembros.” (p. 21)


Pero este proceso de la mirada entrega también el reflejo del otro (la otra): “Desde que naciste, te has estado muriendo. Llegó el momento de arrojarme tu último grito y blandirme la cara como esas tormentas que doblan en C el metal de los semáforos. Firma. Firma aquí en mis ojos, en estos bolsillos que de ti se engordan por última vez” (p.24) Este proceso—de espejos—culmina en el poema final, diálogo entre el poeta y  la interlocutora, en que ella asume finalmente una voz asume una voz:


Sí, yo;
la que pensé
que lo era todo; (P. 32)

 

queda la defensa de la memoria y la salvaguarda—de los hechos, de unos mismo—quizás no resignada y quizás condenada a la disminución, al polvo que paulatinamente oculta y esencializa los monumentos:


Yo viviré aquí
como  línea larga
que todo lo soporta.
                                                             Muscularé tu espíritu,                
defenderé
tu casa si alguna vez
el moho desobedece.” (p.19)


Luego de estos atisbos, volvamos un poco al inicio de esta nota. Alguna vez Sartre escribió que lo que separa a la poesía de la prosa es la materialidad del lenguaje, ya que en esta última el lenguaje desaparece para dar lugar al contenido. Pero el contenido en la poesía contemporánea con sus exigencias de comunicación de contenidos para proclamar y compartir de manera inmediata, hace que la poesía sea por así decirlo menos densa lingüísticamente. No e el cao de este texto, a veces difícil y lleno de claves, sucinto y apretado cuya lectura constituye un desafío.


Ottawa-2015

 

 



 
 
 
 

 
 

 

 

Blog Archive

About Me

My photo
Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces
Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

Chile, 2005
Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura