El mito del
vampiro, leyenda y elemento de la cultura popular mundial, rebasó sus límites
culturales originarios para hacerse universal con el príncipe Vlad Draculea III, descrito como príncipe valaco de ojos verdes, y cuyo
sobrenombre era Vlad el empalador.
En la Rumania del siglo XV, habría mandado empalar a 120.000 personas. La
transformación de este personaje en un mito de la cultura contemporánea es obra
de Bram Stoker, escritor inglés, que lo convierte en el personaje central de la
novela gótica Drácula, de 1897. El reflejo
literario de esa figura de un señor de horca y cuchillo entre tantos resulta en
su conversión en una celebridad de la cultura contemporánea y una figura histórica principal en su país. El Conde se convierte en un personaje literario en la Inglaterra finisecular y de ahí pasa a ser un arquetipo universal, además de
una entidad emblemática de la historia y la mitología popular en su lugar de
origen. Pero echa alas de la Rumania que lo vio nacer, un territorio medio dentro
de los márgenes exóticos que rodean a occidente y donde se agazapan los sueños
de la razón.
Un vástago del vampirismo en Inglaterra es la historia y leyenda de Sarah Ellen Roberts, supuestamente encadenada y enterrada viva en una provincia de Inglaterra en 1913, por prácticas de brujería, y que habría llegado por mar en su ataúd, transportada por su esposo John Roberts, al puerto peruano de Pisco. Este habría sido el único lugar del mundo que aceptó sepultar sus restos. Pero esta historia es también un mito: el método de ejecución de brujas era habitual en Lancashire, región del poblado donde ocurren estos hechos, en 1612, pero en 1913 habría estado un poco pasado de moda. La heroína se llamaba en realidad Sarah Gargett, una tejedora nacida en 1872, y murió en un viaje cruzando el Atlántico con sus esposo para visitar la fábrica textil de algodón que tenía su cuñado en Lima. Pero la versión más legendaria y popular de estos hechos ha tenido como resultado el aumento de un 60% del turismo en el pueblo de Pisco y ha probado tener una persistencia que se superpone a la realidad. Al cumplirse los 90 años del entierro de Sarah en Pisco, en 1993, se esperaba su resurrección, que ella misma habría predicho y que no tuvo lugar, pero provocó todo un evento mediático.
Un vástago del vampirismo en Inglaterra es la historia y leyenda de Sarah Ellen Roberts, supuestamente encadenada y enterrada viva en una provincia de Inglaterra en 1913, por prácticas de brujería, y que habría llegado por mar en su ataúd, transportada por su esposo John Roberts, al puerto peruano de Pisco. Este habría sido el único lugar del mundo que aceptó sepultar sus restos. Pero esta historia es también un mito: el método de ejecución de brujas era habitual en Lancashire, región del poblado donde ocurren estos hechos, en 1612, pero en 1913 habría estado un poco pasado de moda. La heroína se llamaba en realidad Sarah Gargett, una tejedora nacida en 1872, y murió en un viaje cruzando el Atlántico con sus esposo para visitar la fábrica textil de algodón que tenía su cuñado en Lima. Pero la versión más legendaria y popular de estos hechos ha tenido como resultado el aumento de un 60% del turismo en el pueblo de Pisco y ha probado tener una persistencia que se superpone a la realidad. Al cumplirse los 90 años del entierro de Sarah en Pisco, en 1993, se esperaba su resurrección, que ella misma habría predicho y que no tuvo lugar, pero provocó todo un evento mediático.
Este es el marco
de la novela de Borka Sattler, redactada en los 1990 y que incluye la leyenda y
la historia y entrelaza ambas hebras en esta narración del arribo de Sarah y su
marido al puerto/pueblo de Pisco luego de cruzar el Atlántico. Esta historia se
nos presenta en un contexto realista y a veces descriptivo hasta al detalle. Pero abundan los elementos mágicos o
fantásticos en esta novela que a la postre es de alguna manera una novela de
vampiros. Estos componentes van apareciendo sobriamente, para así ir creando una
atmósfera que los legitima y los
dimensiona, justamente porque se arraigan en el mundo real. No aparece volando
por ahí Un viejo con alas enormes ni se deja sentir la presencia agobiante
del a veces empalagoso realismo mágico. Pero sin embargo, una cierta magia y fantasía recorren las
páginas de esta novela.
Por ejemplo,
al describir a una partera que de joven había sido prostituta, se dice “de joven
Juliana había sido una brava moza de esbelta figura, caderas pronunciadas y
senos insolentes que se ganaba la vida satisfaciendo a las tripulaciones que
llegaban al puerto en busca de diversión” (14). Esa imagen se modifica luego para
hacerla ingresar en un territorio intermedio entre realidad y la fantasía
mediante el incremento o la exageración, que sin embargo no llegan a la
inverosimilitud “se había pasado la voz
de sus virtudes entre los marineros, y, en su casa se veían largas colas de
hombres impacientes por recibir sus favores” (15). Así, la atmósfera propicia a la introducción de lo fantástico se va construyendo en forma
mesurada. La llegada de la forastera es casual
“La impresión que les causó la mujer de capa gris y velo sobre la cabeza
fue muy extraña” (15), pero a poco andar se revela como objeto de una visión “atrás iban
los dos ingleses, pero, ¿y la dama?” (16) Sarah no aparecía en el reflejo
de una mampara, introduciéndose en la obra el tema clásico de de la falta de reflejo de los
vampiros en espejos y similares.
En en esta
versión de la supuesta vida de Sarah, lo fantástico, mágico o sobrenatural que el personaje aporta en la mejor tradición gótica, se
va introduciendo naturalmente en la vida cotidiana y tiene su correlato en las
creencias y tradiciones de la población del hasta entonces tranquilo y casi
feliz puerto/pueblo de Pisco. Este ámbito se representa mediante un realismo que no
es naturalista. Sus objetividades y
habitantes aparecen de alguna manera mitificados. Valga como ejemplo esta
descripción “era un hombre apuesto, alto, de músculos pronunciados y tez
curtida por los aires marinos. Sus ojos negros y profundos siempre estaban
atentos…” (22). Por tanto, nos parece advertir una nostalgia por ese pasado y de ese lugar hasta cierto
punto idílico, la que se asocia con el illo tempore del mito, pero que no oscurece la reconstrucción
histórica de la novela, sino proporciona el tono justo para la introducción del elemento
fantástico de manera por así decir “natural”. A lo anterior ayuda la gran sensorialidad
o sensualidad presente a nivel del lenguaje con que se nos presenta este microcosmos de
los personajes que componen el entramado social del puerto/pueblo, sus
costumbres y quehaceres. En medio de estos ires y venires, y paulatinamente, se
comienza a hacer sentir la presencia de esta Sarah borkiana, que a la manera de
Camilla (1971), la seductora vampira de Sheridan Le Fanú, altera de manera
ambigua la vida de quienes la tocan o vislumbran y la vida misma del pueblo.
Si bien está presente el elemento maligno e incluso la muerte, hay augurios nefastos, nacen monstruos, aparecen fantasmas, se pierden barcas, aquí no se trata de la plaga que desencadena en Wisborg la llegada del Conde Orlok, en la película Nosferatu, una versión fílmica inicial del tema vampírico realizada en 1922. El despertar erótico, sensual, que la presencia de Sarah provoca en Pisco ya estaba latente en el pueblo y no es ajeno al tema del vampirismo, cuyo elemento sexual ha sido vastamente puesto de manifiesto, ni a la fascinación que Sarah despierta en sus víctimas. Hay además elementos que insinúan en ella—al menos en una de sus instancias—al súcubo, que se liga al vampiro por su mezcla del mal con lo erótico y la absorción de la vida de la víctima. Aquí, esta versión femenina del íncubo suplanta a la mujer amada, objeto de deseo de un durmiente. El lector no tiene problema para asimilar esta entidad a la vampira “De pronto, ya no era ella, su amada Remedios…ahora era fina, de blanca porcelana, y sus ademanes tenían toda la furia de las olas de un mar en tormenta absorbiendo su cuerpo…Cambiaba de posturas, deslizándose por su cuerpo con ávidos deseos, lo hacía revivir una y otra vez. (113). La presencia de la anemia en el vampiro es otro elemento tradicional del vampiro presente en esta novela “A la señora le falta el elemento vital, la sangre, tiene una anemia aguda” (116), dice el doctor que examina a la postrada Sarah.
Si bien está presente el elemento maligno e incluso la muerte, hay augurios nefastos, nacen monstruos, aparecen fantasmas, se pierden barcas, aquí no se trata de la plaga que desencadena en Wisborg la llegada del Conde Orlok, en la película Nosferatu, una versión fílmica inicial del tema vampírico realizada en 1922. El despertar erótico, sensual, que la presencia de Sarah provoca en Pisco ya estaba latente en el pueblo y no es ajeno al tema del vampirismo, cuyo elemento sexual ha sido vastamente puesto de manifiesto, ni a la fascinación que Sarah despierta en sus víctimas. Hay además elementos que insinúan en ella—al menos en una de sus instancias—al súcubo, que se liga al vampiro por su mezcla del mal con lo erótico y la absorción de la vida de la víctima. Aquí, esta versión femenina del íncubo suplanta a la mujer amada, objeto de deseo de un durmiente. El lector no tiene problema para asimilar esta entidad a la vampira “De pronto, ya no era ella, su amada Remedios…ahora era fina, de blanca porcelana, y sus ademanes tenían toda la furia de las olas de un mar en tormenta absorbiendo su cuerpo…Cambiaba de posturas, deslizándose por su cuerpo con ávidos deseos, lo hacía revivir una y otra vez. (113). La presencia de la anemia en el vampiro es otro elemento tradicional del vampiro presente en esta novela “A la señora le falta el elemento vital, la sangre, tiene una anemia aguda” (116), dice el doctor que examina a la postrada Sarah.
Otros
elementos clásicos, como la necesidad de sangre y dormir en un ataúd también
están presentes. Esta figura ambigua, a
las finales quizás más mala que buena, es extranjera, lo que lleva a la
novela—como otro elemento enriquecedor de su trama—a la siempre presente y
literariamente fructífera contradicción o pugna entre colonizados o ex, o la
periferia, contra el hemisferio norte, la
metrópoli, que ocasiona o trae el mal hasta el paraíso del buen salvaje: “Los
únicos culpables son los ingleses que llegaron el viernes. Ellos trajeron al
demonio consigo, sobre todo la mujer” (92) exclama otro personaje. Pero eso es
ocasional. Sarah manifiesta, a contrapelo de su presencia etérea por las calles y sobre todo
la playa, conductas muy sensuales. Pero la mitad pueblo, la más cerrada en sí misma de Pisco, tiene que
adecuarse a su parte puerto, que es una puerta al mundo y a los marineros extranjeros que
dejan su simiente, y abrirse a la presencia inquietante del mar. Tanto el
mal importado como el de raíces locales son ambigüos y tienden a rescatarse por
el lado de una vitalidad rayana en lo exuberante quizás con un pansexualismo
subyacente. Esta novela, difícil de clasificar, no es una novela de vampiros clásica, sino que
este personaje y sus elementos conexos sirven de disparador para ir desplegando las mentalidades de los
personajes, en una atmósfera con toques de irrealidad. De contenido
multifacético y entretenida lectura, esta novela parece ser otro intento de rescate,
reinterpretación, entendimiento, etc., de la historia, algo que parece caracterizar a la narrativa peruana
contemporánea.