Wednesday, May 5, 2010

La literatura chilena en Canadá

Jorge Etcheverry Texto leído en el congreso "30 años de Literatura en 200 años de Historia", sobre literatura chilena en Canadá, efectuado recientemente en Ottawa, Canadá. Pese a la presencia de autores con anterioridad al golpe de estado en 1973, como el poeta surrealista Ludwig Zeller y Renato Trujillo, narrador y poeta, la literatura chilena en Canadá adquiere un perfil definido al llegar al país autores exilados y otros aún no publicados o noveles que inician aquí su producción. En general estos autores se pueden clasificar de manera amplia como exilados, independientemente de su estatus legal como tales y por su inserción y trabajo conjunto con la comunidad chilena exilada en Canadá. La denuncia del estado de cosas en Chile y la participación en eventos solidarios con Chile asume diversas formas: recitales, encuentros literarios y políticos, actividad editorial, talleres literarios. La tradición de compromiso político e ideológico con las posiciones de izquierda tiene una larga tradición en Chile, como en el resto de América Latina y en general en el mundo y el exilio literario chileno en Canadá es una versión en de un movimiento general de autores y actividades culturales chilenas que se reproduce con modalidades propias en muchos países. Se puede afirmar que en las dos primeras décadas posteriores al golpe, parte importante de la institución literaria chilena se encontraba en el exilio y tenía buena intercomunicación a nivel internacional. Así por ejemplo, la presencia de los autores chilenos en Canadá es evidente en las publicaciones emblemáticas del exilio literario y cultural chileno de la época: las revistas Literatura chilena en el exilio, con sede en California, Estados Unidos y la revista Araucaria, en España, además de revistas de poetas y escritores exilados, como Bethre Trepart, publicada brevemente por Bruno Montané y Roberto Bolaño en España, y autores chilenos en Canadá se hicieron presentes en eventos de la literatura chilena en el exilio. La presencia de los autores chilenos, en general vinculados con instancias solidarias y partidarias de la comunidad chilena, de alguna manera fue un catalizador para la literatura latinoamericana en Canadá, ya que desde sus inicios estos escritores tuvieron instancias de agrupación y trabajo conjunto, lo que le permitió ya sea catalizar o participar activamente en iniciativas literatura latinoamericana en Canadá surgidas de otras agrupaciones, como la CCIE de Toronto. La presencia de otros autores latinoamericanos, mayormente exilados, c por ejemplo la importante comunidad de escritores salvadoreños, contribuyó a este proceso. Así, con el perfil de ser una literatura bastante específica en el ámbito de la literatura en castellano producida en Canadá—por ejemplo elementos vanguardistas y experimentales en parte de su poesía y producción teatral—, los autores chilenos formaron y forman parte de la creciente literatura latinoamericana hecha en el país. Las editoriales chilenas de libros impresos y virtuales, como Cordillera, Alondra, Sur, Split Quotation—La cita trunca, Ponce Editores y Poetas Antiimperialistas de América han publicado a otros autores latinoamericanos en Canadá, y a autores canadienses, quienes además se han hecho presentes en numerosos eventos organizados por chilenos. La inserción de los autores, editores y promotores culturales chilenos en el medio canadiense, tanto en el medio anglófono, francófono y multi e intercultural tampoco ha estado ausente. Las políticas de multiculturalismo—intento de proveer un entorno transicional a la integración de la población así llamada ‘étnica’, más y más importante de la fábrica socio económica y cultural de Canadá—,proporcionaron algunos medios y espacios para el desarrollo de las literaturas étnicas, y por tanto a la chilena. Entre los frutos de estas políticas y desde el punto de vista que nos interesa se puede contar el financiamiento a libros de autores chilenos por editoriales de corriente principal anglo p francófonas, de autores chilenos y latinoamericanos en las pequeñas editoriales chilenas, el apoyo a ciertos eventos y números especiales de revistas literarias también de corriente principal. En lo que respecta al espacio y presencia de autores chilenos cabe mencionar una situación especial percibida en Québec, donde la participación de productores culturales chilenos no se limita a publicaciones en editoriales quebequenses, anglo y francófonas, sino que hubo una nutrida presencia en el teatro, por ejemplo a través de Alberto Kurapel y Ricardo Retamal y en el cine con toda una pléyade de cineastas parte ya de la industria del cinematográfica quebequense, como la de autores Marilú Mallet y Jorge Fajardo, cineastas y narradores ampliamente reconocidos en la provincia y de otros cineastas y actores chilenos en la industria cinematográfica quebequense. Aquí habría una afinidad cultural. El conocimiento e influencia de las grandes corrientes filosóficas y políticas modernas de raigambre europea y francesa, los istmos y vanguardias literarias han tenido históricamente su correlato no sólo en Chile sino en toda América latina. José Enrique Rodó concebía al occidente como un ámbito formado por Europa y América Latina, excluyendo a Estados Unidos. Québec es francoamericano pero una gran parte de su cultura tiene aún raigambre europea. Pero en el mismo Québec se da a nivel de la escritura anglófona un fenómeno parecido. El narrador y poeta Renato Trujillo publicaba como autor anglófono y Elías Letelier ha publicado en editoriales de corriente principal angloquebequenses y trabajado en gestión cultural en ese medio. O sea que quizás este fenómeno no pueda atribuirse tan sólo a la concepción de mundo gala trasplantada a América. La inserción de los autores chilenos a la sociedad se ha producido en otras regiones, como la Columbia Británica, donde la poeta y narradora Carmen Rodríguez opera en las agrupaciones gremiales literarias y a través de la revista Aquelarre y de Alejandro Mujica Olea en el activismo poético y cultural plurilingüe, para dar algunos ejemplos y con la poca información que poseo de esa zona. Lo que es innegable ha sido la presencia de esta literatura a nivel académico nacional, gracias a veces a los esfuerzos de los autores, que a veces doblan también como editores, críticos y promotores. En la universidad de Calgary, y a manera de ejemplo, el profesor y poeta chileno Luis Torres, dictaba hace unos años un curso sobre escritura diaspórica que incluía a varios autores chileno canadienses. Los autores chilenos en el marco de la literatura latinoamericana en Canadá y con diversas versiones de la problemática del exilio, el nomadismo, el transplante y la diáspora hace ya tiempo se hacen presentes en diversas instancias de publicaciones y presentaciones en eventos académicos en Canadá y a veces en el extranjero, y se menciona porque la academia es parte importante de un reconocimiento institucional. Además, la literatura chilena en Canadá fue anotada en the canadian enciclopedia en la sección dedicada a literaturas étnicas ya a mediados de los ochenta. Otro nivel de participación ocurre a nivel de su marco ideológico original, un poco como la comunidad de autores exilados salvadoreños. Si bien este marco se ha modificado con el correr de las décadas, se mantienen sus elementos básicos, haciendo que en general estos autores se sitúen a la izquierda del espectro político canadiense, los menos exigentes, o que generen o participen en instancias solidarias nacionales, como el novísimo festival anual de poesía de resistencia de Toronto, internacionales, la presencia de los poetas Antiimperialias de América en Roma, en 2003, o inter americanas, como los numerosos eventos en las Américas del Taller Sur, con base en Montreal, que anualmente coauspicia el festival de poesía de La Habana. Esta base ideológica en sus diversos matices y su situación de escritores en definitiva pertenecientes a un grupo cultural y étnicamente de minoría, pese al éxito relativo de sus incursiones en la literatura y cultura de corriente principal o hegemónicas, ponen a los autores quiera que no en una suerte de antagonismo frente a la sociedad, o al menos las instituciones de ‘corriente principal’. Diversas estrategias se usan para permear o influir en la sociedad, que van desde diálogo y el trabajo conjunto con otros grupos étnicos, instancias que empiezan a declinar a comienzos de los noventa con el giro general hacia la derecha de la sociedad canadiense, hasta los intentos de llegar a los públicos de corriente principal mediante distintos vehículos e incluso idiomas. Una segunda generación en ciernes de autores y críticos chilenos, nacidos en la cultura e idioma anfitriones, parecieran tener la posibilidad de negociar una versión de los significados originales o pervivientes del exilio, o su decantación, ante el público canadiense en general, casos de Carmen Aguirre y Gloria Laborde, que se puede combinar con la asunción de la pertenencia a la literatura chilena, como el caso del autor quebequense Rodrigo Sandoval, de la generación uno y medio. Respecto a la situación del escritor en habla hispana y para resumir sobre esto, vuelvo a citar a Gonzalo Millán en Blue Jay, del cineasta chileno quebequense Leopoldo Gutiérrez, donde dice que escribir en español en Canadá es un acto político. La contradicción entre la sociedad principal y las marginales con marca étnica es típica de los países desarrollados modernos con su forzoso componente migratorio de mano de obra y sectores conexos La relación original con Chile en general se ha mantenido en estos escritores. Esta ha ido desde el apoyo a escritores y sus instituciones en el interior—como recolección de fondos para la SECH o recitales en apoyo al Frente—por ejemplo, hasta la publicación de libros y la aparición en eventos y antologías, recuentos críticos, etc., en Chile. Esto tiene mayor o menor éxito en medida variable y según la imbricación de los autores con las autoridades y círculos literarios o políticos chilenos, o según la opinión de la restringida crítica chilena, que hasta no hace mucho giraba, en su nivel comercial de promoción de libros a la venta, en torno al crítico de libros un solo periódico, el Mercurio. Si embargo, la relación con el interior de los autores chilenos en el exterior, y en Canadá, siempre ha sido sobredeterminada. Iniciándose con justicia como pariente pobre ético y político frente a los autores que decidieron permanecer, el reconocimiento en el interior de los autores exilados en general y en este caso los residentes en Canadá, ha formado parte de su imagen identitaria, en un espacio como el nuestro en que la identidad es problemática. Ya Marcusse definía estas sociedades con los términos de unidimensionalidad y alienación, pese a las condiciones materiales de existencia bastante aceptables, pero que en general son un factor que no parece incidir mucho sobre la necesidad de identidad socio cultural. La existencia de un cierto reconocimiento literario en Chile previo al golpe, o de publicaciones, o de una fisonomía individual o de haber pertenecido a un agrupo u orientación distinguibles, fueron los elementos que, junto a la imbricación en las redes de relaciones a nivel de la institución cultural chilena, otorgaban y otorgan el reconocimiento o el seguimiento de los autores por los críticos, editores o antologadores del ‘interior’. En general, la diáspora literaria chilena más institucional mantuvo intacta su nomenclatura, que aún parece operar en gran medida a la hora de las antologías o recuentos hechos en Chile. Por último cabría afirmar que la existencia de una literatura chilena en Canadá no ha agotado su productividad social y cultural y es uno de los principales elementos para la constitución de la presencia chilena en este país. A esto se suma la existencia innegable y perdurable de la diáspora chilena, en esta época de nomadismos y desplazamientos, la existencia de la red virtual que tiende a eliminar los centros de referencia puramente geográficos, el aumento de la población hispanoblante en Canadá y el desarrollo de una literatura hispanocanadiense con sus instancias, vehículos, eventos y mercado. Pero sobre hay que citar la emergencia de una segunda generación de autores y críticos chilenocanadienses cuyas obras empiezan a salir a luz.

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura