Thursday, August 14, 2008

Sin noticias de despelotería

Jorge Etcheverry Narración publicada en Eco Latino, el periódico en español de la ciudad de Ottawa Aparte de los rumores que me llegan, ésa es la verdad. Eso les digo a mis compatriotas, los otros exiliados aquí, cuando me los encuentro en la calle por casualidad, o si me llaman por teléfono o me mandan un email. O cuando me vienen a visitar, que no pasa casi nunca. Porque no tengo muchos amigos entre los otros despeloteriotas residentes– despeloterienses, como otros prefieren–. Es que ninguno de nosotros parece muy adicto a tener amigos entre sus connacionales. Somos muy independientes, muy individualistas. De cómo el país siempre se ha caracterizado por la politización casi excesiva de sus habitantes es un misterio, ya que con justicia puede afirmarse que la política y la vida social, de relación, están muy entrelazadas. No podemos olvidar que para el areopagita lo social y lo político representan prácticamente la misma cosa, y se designan con la misma palabra: la Polis. El doctor Valverde, una de las mayores autoridades en nuestro país en el terreno de la antropología social sostiene que, justamente, la importancia de la política demuestra y corrobora ese individualismo del que hablábamos, y que nos hace parecer altaneros ante otros pueblos de la misma región, con más o menos el mismo origen étnico. Siguiendo a algunos autores americanos–no recuerdo los nombres, después de todo yo soy sólo (o era) periodista–, Valverde conecta la vida política con la ruptura de los lazos sociales primarios, es decir la comunidad, cuya base es la familia, afirmando que la vida de partido e institucional es propia de la nueva sociedad de masas. Uno podría objetar, con Bustamante, que por el contrario, la vida partidaria tiene sus orígenes en la Edad Media, es una característica de la vida feudal, premoderna, y que, si bien nosotros contamos con una capital— Candelilla—que no se avergüenza frente a las urbes europeas y americanas contemporáneas, no es menos cierto que el resto del país, salvo el puerto más importante, un par de centros mineros y uno o dos balnearios, es decididamente provincial, pueblerino, y si se quiere, rústico y salvaje. Es cierto que Valverde siempre ha vivido en Norteamérica y que los sucesos militares lo sorprendieron fuera del país. A él le gustaría que nosotros fuéramos un país moderno, aquejado por las enfermedades y malestares de las sociedades contemporáneas industriales. Pero ése es un sueño que en la medida en que disfraza la realidad, nos perjudica. A muchos les gustaría creer que somos un país occidental, como quisiera Valverde. Pero luego las consecuencias prácticas de esos sueños se dejan sentir, y ellos son los primeros en sentirse sorprendidos cuando la parte indómita, o incluso me atrevería a decir, cruel, de nuestra naturaleza, asoma la cabeza. Y el resultado es este tipo de situación: el país bajo una dictadura, la oposición fragmentada en un sinnúmero de fracciones que parecen recorrer todo el espectro político contemporáneo, una gran cantidad de gente en el exilio y el país sumido en la miseria y en la bancarrota financiera. Que la gente recurra a mí, pese a mi avanzada edad, es sólo otra muestra de nuestro carácter nacional. Yo empecé siendo marxista, allá en los lejanos días de la Universidad, pero no se puede dejar de considerar que eso fue en los 1960, cuando casi todo el mundo era por lo menos socialista, cuando los libros más leídos en el país eran los diarios y testimonios de los voluntarios despeloteriotas que lucharon en la guerra civil española y luego en las diferentes alternativas de la guerra mundial, muchas veces ofreciendo su vida en holocausto. Todo el mundo era por lo menos de izquierda en ese entonces. La gente no quiere acordarse de que ya en 1965 yo había dejado de ser un marxista ortodoxo y que me contaba en el grupo de quienes comenzaban a hacer circular las ideas de Marcusse en el país. Pero muchos se quedaron con esa idea, aunque la verdad es que no he podido ejercer el periodismo aquí, una por el idioma, ya que estoy muy viejo para aprenderlo y otra por la orientación del periodismo en estas tierras. No hay análisis de los hechos. Todo, incluso lo más absurdo, se presenta con el mismo tono. Pero la cosa es que vienen a preguntarme, o me llaman por teléfono o me mandan un email. Las únicas noticias que llegan son los rumores distorsionados de los viajeros, turistas en su mayor parte, o eclesiásticos o abogados de misiones de investigación sobre los derechos humanos. Hasta donde yo sé todos los directores de periódicos están o presos, o escondidos, y esto desde hace varios meses. No hay nada seguro. La gente ya ni sale a protestar a la calle porque a las finales, según un amigo que fue a visitar a su familia y acaba de volver, después de desahogarse un poco en las concentraciones, todo el mundo vuelve a su casa más deprimido que antes. Así es la idiosincrasia de nuestro pueblo, tan dado a los extremos que se suceden el uno al otro de la manera más repentina, del amor a los celos más violentos, de la depresión más negra a una exaltación tan súbita como incontrolada (e incontrolable, cuando la persona en cuestión está borracha, cosa bastante común entre los despeloteriotas). Es como si incluso esa característica conspirara contra las posibilidades de nuestro pueblo. El asunto es que ya no sacan nada con preguntarme, o con recurrir a las fuentes especializadas en noticias de la región. Ahora está pasando allá lo que pasa en algunos países nórdicos, o en esas republiquitas de la Europa Central que a veces se pierden de las páginas noticiosas por años enteros. No hay ningún sitio web del que yo sepa que tenga noticias frescas de nuestro país. Y que mi última afirmación vaya a mis connacionales exilados o emigrantes, o al estudioso interesado. No me molesten. Hace ya bastante tiempo que no tengo noticias de Despeloteria.

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura