Saturday, June 28, 2008

Poesía y Revolución

Jorge Etcheverry Texto publicado originalmente en Poetas.com Y por qué no volver a planteárselo. La poesía sigue siendo el género literario más ‘prestigioso’y la revolución señala su propia presencia en el panorama histórico más bien como un vacío que hay que llenar, luego del fracaso del así llamado ‘socialismo real’ y la descomposición de las izquierdas. El poeta, como todo profesional, y si es uno que profesa ideas de justicia social ancladas en las imperfecciones y posibilidades de mejoramiento de la realidad concreta que le rodea, se sentirá impulsado a realizarse en su trabajo creativo, plasmando esas ideas y mostrando las contradicciones y degradación de su mundo contemporáneo, que se le hacen evidentes al contrastarlas con la utopía social que él tiene siempre presente aunque no la formule. Entonces estaría de más plantear una poética que dicte qué hacer al poeta ‘comprometido’, o imponer el deber de escribir ‘poesía comprometida’ a poetas ‘comprometidos' que en realidad no lo son (si lo fueran, sus preocupaciones sociales aparecerían por sí mismas en su producción). Otra cosa es que los que hagan ese llamado al compromiso se dirijan a escritores que no son de izquierda, y les digan que, en tanto escritores, tienen el deber de preocuparse de la cuestión social y escribir literatura y poesía ‘comprometida’. En ambos casos, les deseamos a los comisarios que tengan buena suerte. Ahora, en lo que respecta a los poetas comprometidos, abarcando desde los que tienen ‘inquietudes sociales’, hasta los poetas revolucionarios militantes, se plantean varios asuntos. ¿Tiene que ser su poesía una herramienta propagandística que denuncie el mal y señale el camino del bien, de una manera accesible a las masas? ¿Debe el poeta simplemente expresar lo que ve, lo que siente, lo que intuye, sin que su ‘inspiración’ sea estorbada por recetas, ya que el hecho mismo de la representación es revolucionario al mostrar la realidad y sus contradicciones?. En este sentido, la primera interrogante, que se refiere a la literatura como herramienta, refleja el carácter práctico materialista esencial de la izquierda política: si bien las condiciones materiales, la infraestructura, determinan, y con mayúscula, la esfera de la cultura, la ideología y la noósfera, la noción de ‘praxis’, el efecto humano sobre la realidad, la oportunidad de modificar el determinismo histórico hasta cierto grado, aprovechando las condiciones dadas. Lo que posibilita el quehacer político, y así, la tarea del poeta militante se justifica de suyo. No hay que estarlo picaneando. Por supuesto que nadie va a pretender que el poeta llegue a la gente y conmueva a una audiencia de manera permanente o profunda, en un mundo en que una publicidad y la propaganda sofisticadísimas se pelean la atención de los conglomerados humanos definidos como mercado. Más bien, la poesía tiene un efecto acumulativo e indirecto, y en gran medida opera debido al prestigio institucional/cultural que se le presupone y se le asigna. En otras palabras, nadie se ‘convence’ y entra al partido leyendo a Neruda, pero en general sirve bastante que el premio Nobel sea militante comunista. La segunda interrogante tiene que ver con la ‘existencia objetiva’ de las contradicciones sociales, económicas, ideológicas y culturales que se encuentran en la base del pensamiento y el accionar ‘de izquierda’. El reflejo o representación de la realidad, sin importar su grado de mediación o el realismo de su temática, pondrá de manifiesto las contradicciones de esa realidad, haciendo que el arte verdadero, y por supuesto la poesía, sean siempre ‘revolucionarios’, a veces a pesar de los autores mismos. ¿Dónde caben entonces cosas tales como ‘cultura de masas’, o ‘cultura popular’, referidas a la poesía?. De alguna manera se relacionan con frases tales como ‘instinto de las masas’, que se referiría a una especie de sexto sentido que indicaría a las masas la dirección correcta a seguir. O con el mito de la ‘cultura proletaria’, que surge como por encanto de esta clase, que siendo la más alienada y explotada, es la única que no tiene nada que perder con la revolución, y de cuya alineación brota, o se fabrica, por arte de magia, la llamada cultura proletaria como arma propagandística durante el leninismo y el ocaso de Trotzky, que negaba su existencia. Marx era, entre otras cosas, un científico social y no era primordialmente un político profesional. No se planteaba andar ganando votos o adherentes, al menos no cuando hacía ciencia. Para él el proletariado era una clase caracterizada por su papel de base del proceso productivo y por ser la negación del orden social e ideológico existentes. De ahí que la poesía de vanguardia -otro modo de concebir la poesía comprometida- desvinculada de los partidos comunistas y de su necesidad política natural de ganar adeptos, se considerara a sí misma como el equivalente cultural de la negación total de la sociedad (ahora hablaríamos de sistema) que es el proletariado. Pero, volviendo a la necesidad de postular una cultura proletaria, si se identifica un proletariado (léase en la actualidad indígenas, mujeres, marginados en general) no se lo va a ganar para la causa si se le afirma que es pura negatividad. Hay que predicar sus valores. Y aquellos que apoyan el cambio social no tendrán la motivación necesaria si no se dota a las supuestas fuerzas del cambio de caracteres o cualidades positivas, en el doble sentido de existentes y buenas. Y quizás sea ahí donde debe encontrase el papel que la poesía, si lo tiene, adquiere en el avance de la lucha social. Además de su papel re-presentativo, aunque sea mediatizado, que es la esencia de todo proceso cultural y artístico, la poesía de intención comprometida busca: mostrar mediante la descripción, la parodia, la ironía, etc., los segmentos oscuros del orden social, encarnar la voz o los valores de los desposeídos o el grupo sujeto de la acción social progresista/revolucionaria, concretizar su situación haciéndola evidente, despertar la solidaridad, el interés, la compasión, la simpatía, etc. de/hacia conglomerados humanos variables, que pueden ir desde todo un género, en caso de una supuesta poesía femenina comprometida, hasta un individuo, que puede ser el cabro que hace poesía y al que se le va a brindar una tribuna para que exprese con las herramientas a su alcance, su propia situación y visión de mundo, y que al hacerlo tiene la posibilidad de identificarse con quienes forman parte de su grupo, y representar su situación.

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura