Se le encargó a Dios que pusiera al día al infierno. Las entidades que
en realidad rigen este sector
de la galaxia se dieron cuenta que la versión anterior ya no era
operativa para la edificación y
castigo de los habitantes homínidos del planeta tierra—por otro lado la
única vida inteligente en
estos alrededores. Entonces, nuestra deidad reintroduce o mantiene al
fuego, ya tradicional en la
historia y la cultura humana por ser el elemento más cruel, maleable y
doloroso de tortura. Y
agrega la repetición. Lo que originalmente había sido el dejarse llevar
en brazos de la reiteración
naturales de los ciclos del día y de la noche, las estaciones, el frío y
el calor, la siembra y la
cosecha, en el seno de la madre naturaleza, se había ido convirtiendo en
la torturante banalidad
reiterativa del aburrimiento y la falta de sentido en las urbes del
planeta. Casi con hastío esta
divinidad, que sería más bien un eón, la verdad sea dicha, pero que se
sentía muy a sus anchas
desempeñando su puesto, encontró en un mismo cuento de un autor muy
conocido del Nuevo
Mundo, así llamado, una cita con ambos ingredientes:
“No encendéis una pira, encendéis
un laberinto de fuego. Si aquí se unieran todas las hogueras que he sido, no
cabrían en la Tierra y quedarían ciegos los ángeles. Esto lo dije muchas veces».
Luego de un instante de reflexión—que quizás para nosotros habrían sido
horas, días o meses—
la divinidad frunció el ceño, se mesó la barba y agregó a esta ecuación
del fuego y la repetición a
la espera, que según su juicio e intelecto omniscientes, se vería
representada de forma cabal en
un párrafo de un autor igualmente famoso, o incluso con más, por así
decir, renombre universal,
y de otro, más antiguo, continente:
“¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.
-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es
posible entonces que durante
tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?
El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus
desfallecientes sentidos
perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:
-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti.
Ahora voy a cerrarla”.
La presencia de estas palabras en estos textos literarios no provocan
placer estético en este Dios,
que dotado de la capacidad de la creación ex nihilo no puede disfrutar
de la ficción, ya que al leer
inadvertidamente crearía universos,
cosa
que
le
parece
banal.
En
su
caso el “como si” se convierte
en realidad instantáneamente. Pero la presencia de una descripción tan adecuada
de los elementos de este infierno moderno y actualizado en dos autores miembros
de la misma especie que habría de sufrirlo, le parece encerrar una especie de
justicia poética, género este último al que es bastante aficionado y que alguna
vez practicó, cuando elaboraba este universo.