Jorge Etcheverry
La
urbe contemporánea pagana desde su terraza, sentada cruza y descruza las
piernas desde su terraza como decíamos la más alta de todas, desplegando su
cabellera que es de todos los colores, de todos los espesores de cabello, de
todas las hélices genéticas, reinando y asimilando en su vientre a las
abundantes innumerables comunidades y personas provenientes de los Cuatro
Puntos Cardinales, que por unos instantes, meses o años mantienen sus
variopintas tradiciones, mitos, interdicciones, culpas, restricciones y
celebratorios, divinidades, íconos, costumbres, alientos y ritos diversos,
expiaciones, penitencias y cosmogonías, alimentaciones, rezos y recetas que
pasaran en general a sincretizarse en un flor tentacular y efímera en su
presencia, rasgo y extensión actuales, pero que nunca muera y siempre se
transmuta, en la cabellera enredadas, en la piel tatuadas todas esas
instancias, hechas una en el olor vasto, seminal y perfumado que orea a la vea
que sofoca, purifica y contamina, que desprende cada poro y el todo del cuerpo
de la urbe que se peina a la luz de los astros
Que los mitos se hacinen, florezcan y se reconstituyan en tu seno
Que la futura urbe verde asimile el campo agrícola y haga colgar
jardines en tus terrazas, tejados y balcones, como en una nueva y definitiva
Babilonia
Que se combinen los genes y los leguajes. Nosotros estamos al aguaite de
esas nuevas formas de vida o sus ecos, que creemos percibir desde este
minúsculo departamento muy arriba en el downtown
Que las obsoletas creencias tribales se construyan nichos y se ejerciten
en los bolsillos y recovecos tuyos, ciudad
Que se multipliquen los cultivos hidropónicos las variedades genéricas