Jorge Etcheverry
Me la encontré sentada en la mesa sempiterna del café—de negro, gótica, de pelo pintado, o con una faldita floreada de lo más mona—no me acuerdo
“Hola, como estaí. Me dijeron que me andabai buscando. El otro día me estaba tomando una absenta en este mismo café creo y el Rimbaud me dijo “Mira, oye, El Jorge te anda buscando. Parece que te quiere hacer una entrevista, aunque no sabe todavía dónde la va a colocar”—bueno es cosa dél, le dije—Oye Jorge, a mí no me gusta mucho dar entrevistas, aunque tú eres testigo que no tengo problemas para hablar con todo el mundo, me encanta la conversa. Me vienen a ver poetas gordos y flacos, señoras, profesores muy simpáticos, poetas caídos al frasco, otros que se alimentan básicamente de quinoa, niñas muy talentosas que escriben regio, en su casa, pero que no tienen quién las publique y no están muy metidas que digamos en las redes sociales, que tengo que reconocer que son un gran adelanto. Ahora hay cientos de miles de poetas y en esas listas se mandan cosas muy positivas, el mundo está cubierto casi por una red poética—está lleno de asociaciones y se hacen encuentros y festivales todo el tiempo, por todas partes—y se está peleando por unas cosas bastante básicas, te diré, que yo creía que estaban arregladas hace más de un siglo. Una cosa buena es que si bien no todo el mundo puede ser ingeniero o astronauta, casi toda la gente tiene algo de poeta, aunque parezca harto cliché y tenga que salir el antipoeta para sacar un poco de brillo, amononar la cosa para que no se haga una lata espantosa a punta de repeticiones, afilar un poco los cuchillos de las palabras, darle una manito de gato a las imágenes. Me encanta la conversa, pero tú sabes de lo que estoy hablando, pídeme un vinito o un café, lo que toma la gente civilizada. Ya ni me acuerdo ni del nombre de este café o si estábamos en Santiago, Buenos Aires, Montreal o Barcelona. Me siento más a gusto en las ciudades grandes. Y no es que no me guste la naturaleza, me encantan los animales, los pescados y los pájaros, sobre todo los gorriones y los cuervos. Respecto a lo que dicen algunos, que de dónde saco pa tanto como destaco, mira Jorge”, yo hago un par time con ustedes, de eso me mantengo. Me encanta la gente, me encanta trabajar con la humanidad”
Blogista de algún modo personal, pero que acepta anuncios, colaboraciones y comentarios de lectores y etcheverroides. Dedicada sobre todo a textos, literatura (eventos, artículos, crítica, metacrítica, etc.), política en sentido amplio--y en el otro-- e ideas. Dirigir la correspondencia a jorgecheverry@yahoo.com o a jorgeetcheverry@rogers.com
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About Me
- j.etcheverry
- Ottawa, Ontario, Canada
- Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.