Sunday, April 10, 2011

Introducciones de Borealis, antología literaria de El Dorado

El Dorado – Breve historia

En mayo de 1997 se organizó una lectura de poesía en la Biblioteca Nacional de Canadá, edificio que está situado en la calle Wellington de Ottawa, la misma calle donde se encuentran el Parlamento de Canadá, La Corte Suprema de Justicia y el Banco Central de Canadá entre otras entidades notables de este país boreal. Aquella lectura era una especie de encuentro entre escritores chilenos, canadienses y otras nacionalidades que forman parte de la sociedad canadiense.
Después de esa lectura, en la que estuvieron presentes escritores como Asoka Weerasinghe, Jorge Etcheverry, Daniel Nadezhdin, Juan O'Neill, Arturo Lazo y otros, varios participantes y otros asistentes a la lectura nos fuimos a seguir una muy interesante conversación a un restaurante de comida latinoamericana que había comenzado a operar hacia poco tiempo en Ottawa. Hacía ya bastante tiempo que yo venía con la idea de comenzar una lectura de textos en castellano para autores de esta lengua que vivían en la ciudad de Ottawa, otras ciudades cercanas y algunas más lejanas. Antes de esto, a comienzo de los años 90 o fines de los 80 le había propuesto a algunos amigos organizar un grupo de discusión literaria en legua castellana y así nació La ventana, un grupo en donde se desarrollaban grandes discusiones literarias, con bastante sabor y carga metafísica. Este funcionó por algún tiempo en casa de Nieves y Miro Fuenzalida y de alguna manera fue un poco precursor de El Dorado.
Existía en la ciudad un circuito de lecturas de poesía que funcionaban desde hacia varios años, los autores que escribíamos en castellano (chilenos mayormente en aquellos tiempos) éramos invitados a estas lecturas en donde obviamente teníamos que leer nuestros textos en una de las lenguas oficiales. Esa noche y antes que nos retiráramos a nuestras casas le propuse a Jorge Etcheverry iniciar una lectura en el mismo recinto donde habíamos cenado, entre otros comensales estaba con nosotros también Arturo Lazo. Después de recibir una respuesta afirmativa, conversamos inmediatamente con el propietario del establecimiento y este nos dijo que sí, que aceptaba una lectura literaria en su restaurante. El último viernes del mes de junio de 1997 se llevó a cabo la primera lectura de El Dorado (nombre propuesto por J. Etcheverry) en La Isla Bonita, que en aquel momento funcionaba en la calle Somerset del barrio chino de Ottawa. El primer invitado especial para esa lectura fue Juan O'Neill, un poeta cubano-canadiense que en el pasado había colaborado con los exiliados chilenos en momentos que se necesitaba interpretación inglés-español, cuando a los chilenos los visitaba algún representante político o en alguna reunión con parlamentarios canadienses.
Exactamente un año antes, habíamos fundado la revista literaria Alter Vox cuya meta principal fue también la idea de publicar a autores en lengua castellana en Canadá.
En los catorce años de funcionamiento El Dorado tuvo que tomar un carácter itinerante debido a que los restaurantes o cafés donde ha funcionado han sufrido las variantes propias del mercado. Los primeros año funcionamos en La Isla Bonita, luego brevemente en los restaurantes Picante's y Allegro, más adelante, y quizá la mejor época (por buena o mejor época nos referimos a periodos de muy alta convocatoria para una lectura de poesía) de El Dorado, fue en el restaurante Gusti de la calle Preston en el barrio italiano. Posteriormente en otra época bastante buena se funcionó en el afamado café folk de Ottawa Rasputin's, lugar donde llegaron a actuar en sus comienzos artistas tan famosos como Lorena Mckennit y varios otros del mundo Folk canadiense. En los últimos tres años, aparte de presentaciones especiales en algunas universidades locales y centros de cultura, El Dorado por muy breves periodos ha funcionado en varios otros establecimientos de la ciudad.
Una de las particularidades de El Dorado durante todo su funcionamiento es que ha prescindido totalmente de la ayuda (monetaria) que algunas oficinas culturales de los distintos niveles de gobierno en Canadá ofrecen a las artes, ya sea por una especie de negligencia sana de nuestra parte, o por el hecho de no querer estar sometidos a decisiones de personas que simplemente quizá no entiendan la existencia de grupos literarios o artísticos alternativos.
Durante su funcionamiento, en El Dorado han leído no menos de ciento sesenta invitados especiales y más de mil seiscientos lectores en el micrófono abierto. Además han actuado un número bastante respetables de artistas y bandas de los más variados estilos musicales, incluida la música clásica. Hemos presentado también a realizadores de cine e historiadores y organizado simposios literarios nacionales e internacionales conocidos como Boreal.
En esta antología hubiéramos querido tener el mayor número posible de participantes dentro de quienes han sido invitados especiales a las lecturas, pero como ocurre en muchas antologías, a veces no todos los escritores desean participar y otros simplemente resultan inubicables. Los cuarenta y nueve participantes en este volumen incluyen a dos poetas que ya no están entre nosotros pero que fueron verdaderos Eldoradianos durante sus días como poetas, nos referimos a Juan O'Neill y Maureen Glaude.
En este libro participan poetas de lugares tan apartados como Chile, Uruguay, México, Perú, EE.UU., El Salvador y los que viven en Canadá pero que llegaron de los países ya mencionados además de Argentina, Bolivia, Sri Lanka, Italia, Polonia, Jamaica y Haití más los poetas canadienses anglófonos y francófonos.
Ahora dejamos que los textos de los escritores agrupados en este libro reflejen lo que se ha escuchado y visto en El Dorado durante los últimos catorce años. Esperamos que la lectura de estas páginas traigan el sabor literario que se degusta y nos hace creer que la literatura tiene razón de ser.

Luciano Díaz Porras
Marzo de 2011



Una antología en la encrucijada

Esta antología de El Dorado se produce en Canadá, en el contexto de una sociedad etnolingüística y culturalmente diversa, en gran parte fruto de la inmigración, aunque con dos, o mejor tres, pueblos fundacionales. Uno podría suponer que aquí no podrían estar ausentes las instancias interculturales a todo nivel, sobre todo en la capital del país, Ottawa. De hecho, no lo están, pero este multiculturalismo no tiende a incluir a las manifestaciones más sofisticadas junto a otras más accesibles al público en general, como la gastronomía, el folclor y la moda, en menor medida al cine y la plástica. En general estos productos culturales se dan en el marco institucional de bibliotecas y universidades y en los buenos oficios de las embajadas o consulados con ganas de difundir la cultura de sus países. Si hubo alguna vez una sección en el ministerio del patrimonio destinada al multiculturalismo literario, el financiamiento no se daba a obras literarias per se, ni a sus autores. El mérito de los proyectos debía ser que las obras postulantes representaran a sus comunidades y contribuyeran a la integración de las mismas a la comunidad canadiense. Así, ese apoyo institucional se otorgaba a literaturas consideradas implícitamente como de segunda clase, en oposición al financiamiento más oficial—federal, provincial y local—a las artes y la literatura que valorizaba el mérito por así decir ‘literario’ de las obras para otorgar las subvenciones o becas. Menor era y es aún el financiamiento o apoyo para las instancias que promueven de hecho, aunque no programáticamente, la multiculturalidad literaria. Pero a este respecto, El Dorado tiene que reconocer que si bien no ha gozado nunca de ningún tipo de financiamiento o apoyo a nivel de la institucionalidad cultural, en realidad nunca ha sido eso un impedimento para la realización de sus actividades de quince años de difusión, preservación y creación de la cultura escrita no tan sólo en idioma castellano, sino en otros idiomas que generan literatura en este mosaico cultural. Testimonio de esto es la variedad de autores que integran esta antología, y que en su momento han sido invitados a leer su obra en el curso de estos años. Entonces, esta antología y el esfuerzo editorial y comunitario subyacente, viene en parte a llenar una necesidad (inter)cultural siempre presente aunque nunca en la primera plana.

Por otro lado, esta antología se inscribe dentro de la producción chilena en el exilio en Canadá. Los autores de la iniciativa, sus gestores nucleares y otros que en diversos momentos han estado en nuestro comité, han sido autores chilenos, principalmente poetas. En sus 35 años, la literatura chilena en Canadá ha dado origen a talleres literarios, revistas y editoriales, además de eventos literarios de la literatura chilena per se o de la literatura en castellano producida en el país, principalmente hispanoamericana. La literatura chilena aportó dos elementos a las incipientes literaturas en español en el país. El primero es la organización. Los autores chilenos en diversos niveles de desarrollo y de diversas tendencias literarias, asumieron a la literatura como arma de resistencia en el exterior contra la dictadura en el país de origen, y así generaron instancias editoriales, creativas y de difusión no tan sólo de la literatura chilena, que en diversas ocasiones contaron con el apoyo de la comunidad. El segundo elemento es que estos autores se percibían como parte de una literatura nacional, así al programar sus eventos y realizar sus publicaciones operaban con criterios que en parte orientaban su quehacer hacia Chile, al comienzo básicamente la diáspora chilena, donde los eventos realizados en Canadá se registraban y anunciaban y en cuyos medios los autores publicaban. La intención de vincularse con la literatura ‘de adentro’ es una constante de las instancias literarias gestionadas por chilenos. Además tendemos a aplicar desde el modelo de las peñas como escenario de la lectura y la interpretación musical, hasta la manera de hacer antologías, publicar en nuestras revistas, tan artesanales, o invitar autores a leer, en general mediante invitación por obra realizada o promesa creativa. Resultado de estas dos vertientes es esta antología, que con sus múltiples voces representa a la multifacética literatura canadiense, y a la literatura de diversos países, idiomas y generaciones, cuyas voces se despliegan en su diversidad, concretizando ese lema proveniente de Mao, “que florezcan mil flores”.

Jorge Etcheverry Arcaya
Marzo de 2011

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura