Jorge Etcheverry
Cuando era aún joven y frecuentaba las aulas universitarias en mi país natal estaba aún lejos de imaginar lo que se escondía detrás de palabras como Imperialismo, Tortura, Represión. Los Partidos de Izquierda gozaban de una posición a todas luces envidiable. Personeros políticos de partidos casi imposibles en otras latitudes perfeccionaban su capacidad oratoria en foros tales como la Televisión Estatal, las mismas universidades, el Congreso. La Democracia como una madre de vasto regazo protegía hijos a veces desaforados. Como cualquier Hijo de la Clase Media que disgustado del ambiente social y familiar buscaba una especie de trascendencia, me enrolé en uno de los más nuevos y radicales grupos de la Izquierda de los Sesenta. La década se abría como una Flor Multifacética en el Cielo del País, reflejando como en un espejo la Luz Lejana de los Movimientos Guerrilleros que después de la Revolución Cubana brotaban en todos los Países Latinoamericanos: puñados de jóvenes de Clase Media, profesionales y brillantes, incluso a veces hermosos, lograban a veces casi imposibles alianzas con elementos obreros, campesinos, indígenas. La Izquierda Más Establecida, con otro origen, miraba con hostilidad e ironía esos brotes juveniles.
Las figuras de Manuel Rodríguez y José Miguel Carrera creaban alas y proyectaban halos desde frentes despertadas de la grisalla de los textos escolares de la primaria, al calor de los tiempos. Ganaban terreno a la figura vetusta y rechoncha, establecida, de O’Higgins que acuñaba a la República desde el dibujo magro de las chauchas, mientras Carrera y Rodríguez volvían a alzarse en los sueños de mis Compañeros de Generación, delgados, de grandes ojos, la melena al viento.
Pero el nuestro era un sueño de niños locos. En lo que respecta a nuestra manutención, algunos aún vivían bajo el alero de la familia. Los más, como yo, comenzaban con horas en el liceo o en colegios particulares o alguna ayudantía en la universidad. Pese a que las posibilidades de un futuro estable comenzaban despaciosamente a cerrarnos la puerta en las narices, había una cierta facilidad para vivir. Todos olían la era que se cerraba con los democratacristianos. La atmósfera que bañaba el país era como el techo de un invernadero sobre el que cayera cierto granizo histórico. Yo empezaba a encaminarme por un futuro profesional que parecía seguro, conocía e intimaba con la que habría de convertirse con el paso del tiempo en mi mujer. A la vez ese proceso tocaba o incluía, como una mancha de aceite, a todos mis amigos, y más allá, nuestro grupo, incluso nuestra generación.
Las atrocidades cometidas por la organización anticomunista MANO nos llegaban tamizadas por un doble velo: lo remoto y contrario a esa embriaguez general de una vida en esencia y sin embrago fácil—la pequeña burguesía universitaria—. 2. Lo absoluto de nuestra especificidad: el país no es un suelo para golpes de estado ni revoluciones sangrientas. La ACHA—Acción Chilena Anticomunista—era un grupito lamentable de militares retirados. Las historias de la revolución española—en que mi padre como tantos otros había combatido bajo los colores republicanos—tenían para nosotros un tinte antiguo y romántico. Me reclinaba por horas en casa de mi novia en un pueblo del NORTE CHICO leyendo colecciones de los años treinta de la revista Para Ti, ese el el período que asociaba con la revolución española.
Incluso aquellos contados que leían con un placer más bien estético las páginas de Vicuña Mackenna, como ese fino profesor alemán de estética y poeta, parecían no ver el espanto de la Guerra a Muerte, como una figura posible acechante en los márgenes de la página, como una iluminación de un texto alquimista, una posibilidad que hoy tardaría poco en hacerse notoria y evidente. Las Alamedas entonces eran amplias y me permitían mezclar mis incipientes labores docentes con la militancia de vanguardia y la frecuentación de los libros de Eliphas Levy. Gurdieff, Ouspensky, Scott Elliot y sobre ellos y tantos otros de Meyrink. La atmósfera del país era como un lujo que permitía la cohabitación de muchas mujeres con un mismo hombre, o viceversa, como diferentes estilos de amoblados en un mismo cuarto, siguiendo de alguna manera la figura heterogénea de La Ciudad, que alternaba las clases sociales en su seno como un mosaico en inestable (parecía) equilibrio. El Canto de Gallos y Pájaros en las madrugadas tenía una calidad de abridor de un horizonte que no estaba limitado por las montañas (cercanas). No sé si esa sensación es nada más que algo que todos los jóvenes a esa edad sienten al despertar, o era una evidencia de que la estructura fijada desde tiempos inmemoriales por la historia iba a abrirse como una naranja podrida.
Por esa época comenzaban a hacerse populares en nuestro medio los futurólogos, principalmente divulgados a través de artículos. Algunas interpretaciones descarnadas de la historia comenzaban a hacerse conocidas, siempre de manera marginal. Hay que aclarar que por entonces tuve acceso a revistas extranjeras de una circulación restringida. Además siempre me fijaba en pequeñas notas en magazines y diarios de circulación extendida Estas especulaciones se mantenían lejos del Pensamiento General, una suerte de optimismo en parte justificado por la tradicional solidez de nuestras instituciones, hasta ahora más o menos incólumes, y que, según se viera durante el Gobierno Popular, parecían estirarse como chicle, daban de sí, como las costureras dicen de algunos géneros. O quizás estaba presente el elemento del avestruz, que dicen que entierra la cabeza en la tierra en circunstancias desacostumbradas o peligrosas. Los libros relativos a la Revolución Española desaparecían misteriosamente de los anaqueles de las bibliotecas. Si alguna discusión existía respecto a la inminencia del Golpe en esos días del Gobierno Popular se reducía a las Altas Esferas, a los Círculos Internos de los diversos partidos. El caso brasileño de la década pasada tampoco era apreciado en su evidente paralelo con nuestra situación. Algunos días después de la elección de Allende, la organización en que militaba produjo un panfleto a nivel universitario anunciando la inevitabilidad (inminencia) de un golpe. Éramos un grupo de agoreros cuyos planteamientos fueron pronto descalificados. Estos años eran rápidos y frenéticos. Más adelante, en otras latitudes, enquistado en lo que se llama El Centro para oponerlo a La Periferia, pasaban los meses y meses sin cambio visible.
Recuerdo a fines de los sesenta haber discutido con un amigo y compañero de lucha en los Jardines del Pedagógico, “Mira, Maestro, desde fines del año pasado la Huelga General, parece que la cosa se está moviendo más rápido. No hemos tenido un momento de respiro”. Maestro se saca los anteojos y los limpia con un ademán automático, que junto a su cara grave y manera conservadora de vestir lo hacían parecer bastante más viejo y dice, “Parece que los días tranquilos los estamos dejando definitivamente atrás. Dantón y Álvaro salían en ese momento del Departamento de Geografía con unos pósters que plantaron en las paredes, una compañera de abundante cabellera y rizada, con piernas preciosas, los iba untando por detrás con engrudo. En ese tiempo y en esas latitudes no se usaba todavía el scotch.
El Maestro era uno de esos jóvenes intachables y estudiosos que parecen encontrarse muy a gusto en el tipo de vestimenta que usan sus padres. Adelantan un poco el reloj, unos años, y encajan en los hábitos y apariencias de la madurez. En nuestro (mi) país, el peso de la imagen del varón adulto y su indumentaria es algo serio. Con una tez morena y grisácea, de rasgos finos y un pelo siempre peinado con abundante gomina, poseía dos ojos sensibles y grandes, que relumbraban con un fuego tranquilo en las grandes ocasiones, estando por lo general revestidos de un fulgor opaco. Pese a su delgadez y (suponemos) fragilidad, imponía respeto y emanaba de él una sensación de fuerza tranquila. Esas cosas las veía y registraba al pasar, con el ángulo del ojo. Ahora las veo pasar de nuevo y las analizo. Quizás podría ponerle una cruz a la derecha encimita del nombre, si es que no sobrevivió al Golpe o a la represión ulterior. Lo que importa señalar es que quizás esa persona concreta e individual que uno conoció por años, sin intimar, porque uno intima con algunos y con otros no, dependiendo del círculo, intereses, etc., fue barrida, y que cada uno de los torturados o muertos era sí de real y particular para cada uno de los que los conocieron. Sé que tiene un primo que era inseparable en Montreal y a lo mejor todavía está vivo, en otras circunstancias y haciendo quién sabe qué cosa. Quizás lo que pasa es que nosotros fuimos formados en un ambiente en el cual la Persona Individual importa. Los Grandes Cataclismos Naturales y Sociales borran individualidades por miles. En el vecino país de Bolivia, alrededor del sesentaicinco, los hijos de los hacendados salían en helicópteros a caza indios por deporte (eso me lo dijo Mabel). Otra opinión, pongamos de un señor ya bastante distanciado de la Vida Concreta, con todos sus Tejes y Manejes, por edad o circunstancias que atañen a su vida más íntima, no vamos a entrar en eso, podría decir: “Después de todo, todos nos vamos a morir algún día, que pase antes o después, en forma masiva o individualmente, las circunstancias mismas, no alteran el hecho en lo más mínimo”. Pero pese a nuestro carácter realmente frío y racional no nos sentiremos nunca inclinados a hacernos carne de este tipo de razonamiento.
Blogista de algún modo personal, pero que acepta anuncios, colaboraciones y comentarios de lectores y etcheverroides. Dedicada sobre todo a textos, literatura (eventos, artículos, crítica, metacrítica, etc.), política en sentido amplio--y en el otro-- e ideas. Dirigir la correspondencia a jorgecheverry@yahoo.com o a jorgeetcheverry@rogers.com
Friday, October 16, 2009
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About Me
- j.etcheverry
- Ottawa, Ontario, Canada
- Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.