El
testamento de Elizondo
La familia se congregó en el despacho del
abogado. Después de casi una hora una secretaria de pelo platinado
restregándose las manos informó a los concurrentes, sumidos en la meditación
expectante, el aburrimiento y la ansiedad que el abogado Romero, encargado por
la firma para el caso no había aparecido esa mañana. Se lo esperaba a las diez
pero eran más de las once, eso no lo dijo pero estaba en la mente de los
concurrentes. Un joven de cara larga, de terno, consultó su reloj, miró a la
niña pero no dijo nada. La familia de Elizondo debía esperar o ausentarse de la
firma, abandonar el despacho. La natural inquietud de los concurrentes, la
nerviosidad de la funcionaria de la firma, una de las más prestigiosas,
indicaban lo inusual e inesperado de la situación. Algunos parientes venidos de
otros países no sabían a qué atenerse: ¿era común ese tipo de situación?
De
vejeces y metapoesía
Como poema tan ágrafo como injustificado
Fruto de la pluma ininteligible de un dios hipostasiado y personificado
El hado se cierne ocultando los finales de los versos encerrándolos en
marcos tan definitivos como engañadores
Mejor como volutas de un cigarrillo sin forma
Emitidas por una boca inimaginable
Pero otra vez estamos personificando
Así como agnósticos contemporáneos y ya calmos de las necesidades
corporales—en general
Titilando al borde de la extinción corporal que se perfila en el vacío de
los sueños
El poeta viejo intenta delinear la figura del universo
Las neuronas menguantes no ayudan
Sin embargo sin mayor esfuerzo las dualidades
Se abren como piernas variadas otrora
El centro vellosos el tao
Y se dice tomándose el último trago
Encendiendo el último cigarro de la noche
Esta visión machista del universo nos acompañará hasta el último
Ya estamos muy viejos
Y quizás los gerundios nos seguirán penando
Hasta el final
Como poema tan ágrafo como injustificado
Fruto de la pluma ininteligible de un dios hipostasiado y personificado
El hado se cierne ocultando los finales de los versos encerrándolos en
marcos tan definitivos como engañadores
Mejor como volutas de un cigarrillo sin forma
Emitidas por una boca inimaginable
Pero otra vez estamos personificando
Así como agnósticos contemporáneos y ya calmos de las necesidades
corporales—en general
Titilando al borde de la extinción corporal que se perfila en el vacío de
los sueños
El poeta viejo intenta delinear la figura del universo
Las neuronas menguantes no ayudan
Sin embargo sin mayor esfuerzo las dualidades
Se abren como piernas variadas otrora
El centro vellosos el tao
Y se dice tomándose el último trago
Encendiendo el último cigarro de la noche
Esta visión machista del universo nos acompañará hasta el último
Ya estamos muy viejos
Y quizás los gerundios nos seguirán penando
Hasta el final